Un siglo después, el viento pampero que acaricia los campos de Ayacucho trajo consigo el eco de una aventura legendaria.
En la Estancia El Cardal, cuna de Gato y Mancha, cientos de corazones se unieron en una vibrante cabalgata para recordar la osadía de aquellos dos caballos Criollos que, junto al visionario Aimé Tschiffely, se lanzaron a una travesía épica desde Buenos Aires hasta la lejana Nueva York.
La partida simbólica, que tuvo lugar el pasado 26 de abril, encabezada por los Granaderos a caballo y miembros de la familia Solanet, propietarios del establecimiento rural, y hasta el intendente de la ciudad bonaerense, fue un torrente de emoción, con la bandera argentina ondeando orgullosa junto a los estandartes de los trece países que fueron testigos del coraje criollo.
LA HISTORIA DE LA EPOPEYA DE GATO Y MANCHA
Fue un 24 de abril de 1925 cuando se inició esta increíble odisea de dos caballos Criollos que unirían Buenos Aires con Nueva York; Gato y Mancha.
El protagonista humano de esta epopeya fue el suizo Aimé Tschiffely, un hombre impulsado por la audaz iniciativa de conectar ambas ciudades a través de un viaje que demandaría más de dos años, sorteando las inclemencias de trece naciones americanas bajo circunstancias a menudo extremas.
Con esta travesía, Tschiffely se propuso demostrar al mundo la nobleza y la resistencia superior del caballo Criollo por sobre cualquier otra raza equina. Para muchos argentinos de la época, este desafío parecía una quimera; sin embargo, el tiempo le daría la razón al tenaz jinete europeo, que poco sabía de caballos.
Profundamente apasionado por los animales, Tschiffely, animado por los relatos de los gauchos inmortalizados por la pluma del escritor Roberto Cunnighame Graham, se comunicó por carta con Emilio Solanet, el visionario dueño de El Cardal de Ayacucho, médico veterinario, profesor universitario y experimentado criador de caballos Criollos, con la intención de adquirir dos ejemplares para su gesta. Sin embargo, don Emilio se negó inicialmente.
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Solanet, intuyendo la magnitud del desafío, propuso a Tschiffely someterse a una serie de pruebas rigurosas para evaluar su preparación. En su interior, el criador dudaba de que el suizo pudiera siquiera superar los límites de la ciudad de Rosario en su paso. Durante semanas, lo expuso a extenuantes jornadas a caballo bajo el sol inclemente o soportando lluvias torrenciales.
Una vez superadas estas pruebas de resistencia y determinación, Solanet le prestó a Tschiffely dos caballos de la legendaria tribu del cacique tehuelche Liempichún, provenientes de Colonia Sarmiento, Chubut: Gato, un bayo gateado de 16años de andar sereno, y Mancha, un overo rosado de 15años con el espíritu indómito de un perro guardián.
Curiosamente, Gato se había amansado con relativa facilidad, mientras que Mancha conservaba un carácter más arisco y protector.
GATO Y MANCHA: EL INICIO DE UNA TRAVESÍA ÉPICA
La partida tuvo lugar el 24 de abril de 1925 desde las puertas de la Sociedad Rural Argentina, ante la mirada escéptica de muchos criollos y criadores que no confiaban en el éxito de Tschiffely.
Con un equipaje austero que incluía mapas, una brújula, un barómetro, algo de dinero, una manta, una carabina y un revólver, el suizo emprendió el ansiado viaje que se extendería por tres años, cuatro meses y seis días.
Atravesando los implacables desiertos, las imponentes montañas que desafían el cielo, las intrincadas selvas con su humedad sofocante y alcanzando alturas de hasta 5.900 metros, Gato y Mancha superaron obstáculos inimaginables, demostrando al mundo la asombrosa resistencia y la nobleza intrínseca del caballo Criollo.
Fueron 21.500 kilómetros de una tenacidad inigualable, involucrando el cruce de trece países en 504 extenuantes etapas. Este imponente esfuerzo del jinete y sus valientes compañeros equinos tuvo la recompensa deseada: el 20 de septiembre de 1928, llegaron triunfantes a la Quinta Avenida de Nueva York, inmortalizando esta epopeya y dando origen a la celebración del “Día del Caballo” como un símbolo de esta raza excepcional.
GATO Y MANCHA: HISTORIA, PASIÓN Y RECUERDO VIVO
Para reivindicar este trascendental suceso, el pasado 26 de abril, un grupo de gauchos ensilló sus caballos en la Estación Solanet, ubicada a 25 kilómetros de la ciudad bonaerense de Ayacucho, a una legua de la histórica Estancia El Cardal.
Desde allí, se dirigieron en una emotiva cabalgata hacia el casco del establecimiento, portando con orgullo la bandera argentina como emblema principal y las banderas de los trece países que Gato y Mancha atravesaron hace cien años.
Las tropillas estuvieron integradas por el Escuadrón Riobamba de Granaderos montados en majestuosos caballos Criollos, escoltando la bandera nacional, junto a miembros de las generaciones actuales de la familia Solanet, cuyo legado está indisolublemente ligado a esta historia.
Detrás de ellos, una multitud de aproximadamente 400 personas a caballo se unió al homenaje, brindando colorido y una profunda emoción al recuerdo imborrable de un hito que marcó para siempre la historia del caballo Criollo y sus sobresalientes características.
“Hace muchos meses venimos planeando la organización del evento, pero nunca pensamos en la trascendencia que tuvo”, expresó con sorpresa Gloria Araoz, nieta de Emilio Solanet y tercera generación en El Cardal.
En diálogo con Infocampo, contó que su madre, Emma Solanet de Araoz, con sus 90 años, aún recuerda que tuvo la oportunidad de montarlos desde niña.
“Si bien la idea en principio era homenajear a Aimé Tschiffely y a los dos criollos protagonistas, la emotividad que se generó en el evento lo convirtió en un encuentro de la pasión por los criollos”, subrayó conmovida.
“Fue algo muy movilizante para toda la familia, debido a que reunimos a más de 1000 personas y 405 caballos que llegaron para participar del acontecimiento”, destacó emocionada Gloria, evidenciando el profundo arraigo de esta historia en la comunidad.
Por su parte, el pintor costumbrista y ferviente amante de la tradición y los caballos Criollos, Francisco Madero Merengo, nieto del reconocido artista costumbrista Eleodoro Marengo, también participó conmovido del encuentro en Ayacucho.
“Fue un recuerdo sumamente importante en lo personal, porque vengo de una familia tradicionalista y con un profundo amor por los caballos criollos”, confesó, admitiendo que fue una oportunidad única para revivir las historias de Gato y Mancha que lo acompañaron desde su infancia.
“Marchar a caballo junto a mi hijo de 12 años generó un momento trascendental en mi vida; fue una gran emoción personal, reeditando parte de la historia que dibujó mi abuelo, quien ilustró, entre otras obras, la hazaña de Tschiffely y el logo de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos”, manifestó con orgullo.
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“GATO Y MANCHA ERAN DE LA FAMILIA”
En un diálogo íntimo, Gloria Araoz compartió la profunda conexión familiar con los protagonistas de esta centenaria historia: “Cuando mi abuelo falleció, yo tenía veinte años. Es decir que pude hablar mucho con él y siempre me contaba esta historia; en la familia sentíamos que los dos criollos eran parte de nosotros”, recordó con afecto.
“Cada historia que don Emilio contaba giraba en torno a Mancha y Gato, con lo cual es difícil describir la historia familiar sin involucrarlos”, añadió, subrayando la centralidad de los caballos en la memoria familiar.
“Siempre nos contaba que Aimé les había pedido los caballos cuando se le terminó el contrato como docente del colegio San Jorge de Quilmes, donde era profesor de idioma”
“Por supuesto, Solanet en un principio se resistió a vendérselos, debido a que no creía que el suizo podría llegar a cumplir su desafío. No obstante, con una actitud insistidora lo visitó en El Cardal y llegó a convencerlo, hasta el punto en que mi abuelo le terminó prestando los dos caballos”, relató Gloria, destacando la perseverancia de Tschiffely.
“Son recuerdos que quedan imborrables en la mente de cada uno de los miembros de esta familia. Mancha y Gato partieron con 15 y 16 años de edad respectivamente y volvieron a la estancia tres años después, luego de embarcarse de regreso a Buenos Aires desde EE.UU. el 1 de diciembre de 1928, y vivieron hasta los cuarenta años”, sostuvo la entrevistada, enfatizando la increíble fortaleza de la raza Criolla.
ILUSTRACIÓN CRIOLLA: UN CONCURSO PARA HONRAR LA HAZAÑA
Organizado por la Municipalidad de Ayacucho en colaboración con la Familia Solanet y la Asociación de Criadores de Caballos Criollos (ACCC), en homenaje a esta historia, se ha lanzado un concurso de pinturas destinado tanto para artistas profesionales como amateurs.
El objetivo primordial es ilustrar la inolvidable hazaña de Aimé Tschiffely, Gato y Mancha, admitiendo obras que abarquen todas las expresiones del campo de la pintura, utilizando cualquier técnica o modo de presentación.
Los participantes podrán presentar hasta tres obras originales sobre la temática de los 100 años de esta épica travesía, las cuales deberán ser enviadas en formato digital con fecha límite de entrega el 1 de junio de 2025.
Los prestigiosos premios del concurso serán entregados en la próxima edición de la Exposición Rural de Palermo, en el emblemático pabellón ocho, que lleva el nombre de Emilio Solanet.
El jurado encargado de seleccionar las mejores obras estará integrado por tres especialistas de reconocida trayectoria: Augusto Gómez Romero, Justo García Errecaborde y el propio Francisco Madero Merengo, asegurando así una evaluación experta y sensible a la tradición.