“Un emprendimiento de amor y vida”: En Malabrigo, Raquel y Alecio manejan el tambo y fabrica Granja San Isidro, donde con unas pocas vacas producen quesos que enamoran

Sobre la Ruta 11, apenas se sale de la ciudad de Malabrigo rumbo a Reconquista, se encuentra el pequeño tambo familiar con fábrica de quesos “Granja San Isidro”, que es muy reconocido en el norte de la provincia de Santa Fe. Sus dueños, Raquel Lamy y Alecio Braida, suelen decir, a quienes los visitan con intenciones de comprarles algunos de sus productos, que todo el emprendimiento que han logrado es fruto de una historia de amor y de vida. La razón, explican, es que es el resultado de un entramado de trabajo y sacrificio, pero siempre juntos, tirando parejo.

“Desde que nos conocimos, siempre soñamos con hacer algo en la vida y lo logramos”, afirma ella, quien cuenta que se conoce hace 50 años con su actual marido y de lo cual no se arrepiente, sostiene complacida. Raquel es oriunda de Malabrigo, y Alecio, de la ciudad de Avellaneda, localidad pegada a Reconquista.


Cuenta ella que se casaron en 1978 y se fueron a vivir al paraje Fortín Charrúa, en los bajos submeridionales, al norte de la provincia, dentro del Departamento Vera y casi al límite con Chaco. Es una zona de tierras bajas y anegadizas, dentro de la Cuña Boscosa. Después se fue a Tucumán siguiendo a su marido, que consiguió trabajo como encargado de una estancia.

“Allí, donde los patrones me daban permiso, enseguida me ponía a ordeñarlas y a hacer quesos. Porque éste fue el placer de toda mi vida. Recuerdo que tenía 9 años y mi mamá me dejaba haciendo quesos en la casa y se iba al pueblo. Mi abuela hacía quesos, ya viene de familia, lo llevo en la sangre”, afirma la santafecina.

-O sea que cuando volvieron a Santa Fe y empezaron a madurar un proyecto juntos para subsistir, ya estaba en su horizonte el hacer quesos.   

-Cuando volvimos de Tucumán, ya nos trajimos 3 vacas con 6 crías y un caballo, porque Alecio estaba convencido, ya que como yo hacía en Tucumán unos 3 o 4 kilos de queso por día, con eso vivíamos y nos quedaba su sueldo libre. Por eso, tener un tambo y darle valor a la leche, era espectacular. Mientras trabajábamos en Tucumán empezamos a comprar de poco estas tierras que hoy son 27 hectáreas. Esto era todo monte, no había nada más.

-Ustedes colonizaron el monte, al llegar, con tres vacas lecheras. 

-Sí, ordeñábamos las 3 vacas y vendíamos la leche a Milkaut, que en esa época estaba en Reconquista. Pero no nos alcanzaba para vivir. Mi marido se iba a trabajar de tractorista a la zona de Santiago y yo quedaba con mi hijo, Daniel, que iba a estudiar el secundario, cuando nos apareció la gente del Programa Social Agropecuario, que aún está vigente, pero de modo casi insignificante.



-En los años ’90, durante el gobierno menemista, comenzaron a fundirse muchos productores y la Secretaría de Agricultura de la Nación lanzó dos programas, Cambio Rural, para pequeños y medianos productores, y el Programa Social Agropecuario, que consistía en armar grupos de pequeños productores para que trabajaran juntos. 

-A nuestro grupo nos ofrecieron darnos un crédito a cada productor, para que cada uno pudiera desarrollar un proyecto. A nosotros nos dieron para hacer una salita de 4 por 4 y el sótano para hacer quesos, y nos largamos. No teníamos luz. Un día nos apareció un señor con intención de alquilarnos un predio de nuestra tierra, para poner una antena. Yo corrí a despertar a mi marido para avisarle y le alquilamos a ese señor, que nos cayó del cielo, porque además quería traer la luz.

-Entonces gracias a ello pudieron crecer, creando un tambo, agregándole valor a la leche y armando una fábrica de quesos con una clara decisión empresaria. 

-Sí, compramos más vacas con otro crédito del Programa Social Agropecuario y además nos proveyeron de una señora que nos dio la asistencia técnica para mejorar la calidad de los quesos -porque yo los venía haciendo como las abuelas- con la ayuda de ASSAL, la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria, que en esa época no tenía aún la reglamentación para pequeños productores como nosotros. Nos aprovecharon para reunir la información y gracias a ellos obtuvimos la habilitación de Bromatología, que hoy otorga ASSAL.

-¿Cómo es la división del trabajo con tu marido? 

-Hasta el día de hoy sigue siendo que él se ocupa de los animales, de alimentarlos, curarlos y del ordeñe en el tambo. Yo me ocupo de la fábrica, de hacer los quesos, de envasarlos y también salgo a hacer el reparto un día a la semana.

-¿Siempre se arreglaron con las vacas que pudieron tener en estas 27 hectáreas? ¿No salieron a comprar leche afuera?

-Una vez salimos a comprar leche de afuera y se nos arruinó la calidad del queso. Entonces dijimos: “De ahora en más nos arreglamos con la leche que tenemos y que los quesos alcancen para quien alcance”. Y nunca compramos más leche. Hoy vivimos de esto.

-¿Por qué le pusieron “San Isidro” a la granja? 

-Porque es un patrono -muy venerado por los tucumanos- de los que trabajan su propia tierra. Y él lo trajo de allá, porque se sintió identificado.

-¿Cuántas vacas entran en 27 hectáreas, con manejo tradicional, alimentadas con alfalfa y avena?

-Son 20 vacas, con la recría, pero en ordeñe durante todo el año son 15 vacas.

-Ahora están sufriendo la sequía, ¿pero en una época normal cuánta leche producen?

-Entre 12 y 15 litros diarios cada una, en una época buena. Un promedio de 200 litros diarios. Por lo tanto, sacamos unos 20 kilos de queso, a 10 litros de leche por kilo.

-¿Y qué tipos de quesos elaboran? 

-Yo hago el clásico semiduro, tipo el “cáscara colorada”, el sardo, duro, en verano, para que en invierno esté listo para la venta. Es una especie de caja de ahorro que uno tiene. Y además hago un blando cremoso, pero no es el fuerte en las ventas.

-El que la ha hecho famosa es el semiduro, que tiene un estacionamiento mínimo de un mes o un mes y medio. 

-Sí, y hoy nos está bajando la venta del sardo, porque el precio está quedando muy alto para la gente común. Pero uno tiene cuidar estos quesos durante 8 a 9 meses, darlos vuelta, limpiarlos.

-Finalmente se deben sentir orgullosos de haber cumplido su sueño, de haber colonizado las 27 hectáreas en la zona y haber construido su propia empresita, donde generan 2 puestos de trabajo y gracias al alquiler del terreno para poner la antena, pudieron educar a su hijo. Vos viajaste, te elogian los quesos, recibiste premios y vienen de lejos a comprarte. 

-Me encanta cuando vienen a comprarme quesos para llevar de regalo. Porque ahí está todo el esfuerzo de levantarnos todos los días a las 5 de la mañana, haciendo un cortecito a la siesta y siguiendo hasta las 10 de la noche, los 365 días del año, incluyendo los feriados.

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