En las últimas semanas todas las noticias relacionadas con la presencia de poblaciones de Dalbulus Maidis son buenas. Es que luego del golpazo agronómico que recibió el sector el año pasado, donde la chicharrita creció y llegó a lugares insospechados generando pérdidas millonarias en la cosecha de maíz, este año parece que no será igual al anterior.
El achaparramiento del maíz es la expresión de un complejo de enfermedades llamado Spiroplasma que es transmitido por el vector Dalbulus Maidis, que generó en la campaña 23/24 pérdidas que superaron las 6 millones de toneladas, valuadas en más de mil millones de dólares, según estudios sectoriales privados.
Luego de este impacto inesperado de la plaga, los técnicos agrónomos de todo el país se juntaron para evaluar pérdidas, pero sobre todo a analizar que se podría hacer a futuro, tratando de seguir de cerca el desenvolvimiento de la chicharrita y brindar recomendaciones y acciones para mitigar los efectos nocivos, incluso mirando lo que hizo Brasil, donde la chicharrita está presente.
Esta red de monitoreo está arrojando buenos resultados en el seguimiento poblacional del insecto vector de la enfermedad, registrando una caída generalizada de las capturas mediante las trampas para ese fin.
Aun así, estos expertos explicaron en los últimos días que si bien las noticias son buenas, no hay que relajarse, y aseguran que es necesario “volver a embarrarse las botas”, haciendo referencia a la necesidad de no bajar los brazos y darle la batalla a la chicharrita desde el lote.
En una reunión virtual sobre el manejo de Dalbulus Maidis organizada por el proyecto Plagas de CREA, de la que participaron más de 120 investigadores y técnicos de todo el país, los expertos en chicharrita Alejandro Vera y Augusto Casmuz, investigadores de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres de Tucumán (EEAOC), disertaron al respecto junto a Lucas Cazado, líder del proyecto.
Cazado dijo que la chicharrita estaba presente en todas las latitudes, sobre todo en el NOA y el NEA, pero nunca en la magnitud de la campaña pasada. Sin embargo, destacó: “Muchas zonas que habían tenido poblaciones considerables, están muy bien hoy”. El especialista resaltó que no todas las chicharritas que aparecen son Dalbulus maidis, es decir, no son vectores del complejo de achaparramiento. En relación con la reciente detección de algunos focos, el especialista dijo que no “son para alterarse, sino para tomar recaudos”.
Alejandro Vera se enfocó en dos casos donde la plaga tuvo un gran impacto la campaña pasada: San Agustín (este de Tucumán), donde las mayores poblaciones de chicharrita se dieron más tarde (febrero/marzo), y Los Altos (sureste de Catamarca), con altas incidencias desde etapas tempranas del maíz (diciembre/ enero) y en donde en los meses de marzo y abril de 2024 llegaron a registrarse cifras escalofriantes, de más de 2.000 chicharritas por trampa por semana, con más del 90% de infectividad por Spiroplasma.
Tras ese escenario tremendo, potenciado por el mayo más cálido en la historia del planeta, el clima cambió de bando y trajo desde junio heladas letales: “El clima este invierno fue un aliado excepcional, y hoy el escenario es diametralmente opuesto al del año pasado”, dijo Vera. “Tanto en San Agustín como en Los Altos, la presencia de Dalbulus maidis es prácticamente nula, no sólo en las trampas sino también en los cultivos inspeccionados”.
Las trampas proporcionan información importante, pero también es importante complementarla viendo los cultivos, “volver a lo que nos desacostumbró la biotecnología”, recalcó Vera.
Pese a que la situación es mucho mejor que la esperable, el investigador insistió en que no hay que relajarse. En particular, dijo, “hay zonas puntuales, en Tucumán y Salta, donde hay que prestar atención y adoptar medidas para evitar incrementos de este vector. Son lugares aislados, que por sus características agroecológicas permitieron que algunas chicharritas lograran sobrevivir, para comenzar a desarrollarse en maíces voluntarios de dichas localidades.
“Las chicharritas no van a desaparecer de la faz de la tierra como los dinosaurios en el Cretácico. Pero, indudablemente, no va a ocurrir lo del año pasado. Depende de nosotros no permitir los incrementos poblacionales de la campaña pasada”, recalcó Vera.
Bajo la premisa de que “hay que aprender a convivir con el vector”, Augusto Casmuz se refirió a las herramientas de control, partiendo de que no hay una receta o solución mágica porque la aparición de esta plaga es multifactorial. “Al planificar la campaña hay que incluir un plan para el manejo de Dalbulus maidis. A diferencia de otros, este vector exige sumar una serie de herramientas, tanto culturales como químicas, para tener un cultivo exitoso”.
Lo más importante, antes de incorporar cualquier estrategia para el manejo del vector, es partir de poblaciones bajas. Para ello, la eliminación de los maíces guachos y el monitoreo sistemático de las trampas y de los cultivos es clave. Dalbulus maidis sólo se alimenta y desarrolla en maíz, por lo que es crucial no facilitárselo.
A modo de conclusión, Federico Zerboni, presidente de la asociación Maizar, dijo que “queda claro que hay que ocuparse de los maíces guachos, y que ya hay productos registrados, incremento de dosis, experiencia, conocimiento. Hay que bajarse de la camioneta y ensuciarse las botas, porque si llegamos temprano tenemos altas chances de ser exitosos”. Para el también productor, es bueno compartir el conocimiento y unirse, “Todos estamos en esta y todos queremos producir maíz, porque es estratégico para la estabilidad del sistema. Vengo de Jesús María y hay mucho maíz sembrado; no hay que dejar de sembrar por miedo, hoy tenemos más conocimiento y lo podemos manejar”, finalizó.
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