Al final, los sucesivos “dólar soja” implementados por el ministro Sergio Massa terminaron siendo un “engañapichanga” comparado con las devaluaciones instrumentadas por el presidente Mauricio Macri.
Existe una herramienta en macroeconomía para medir la competitividad cambiaria de los diferentes sectores de un país: se trata del Índice del Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM), que busca medir qué tan competitivo es el tipo de cambio en la Argentina para un producto respecto al resto del mundo.
El equipo técnico del Área de Economía de CREA se tomó el trabajo de medir el ITCRM de la soja argentina, considerando el tipo de cambio y la inflación presente tanto en la Argentina como en los países competidores (fundamentalmente Brasil y EE.UU.), además de los reintegros y derechos de exportación.
El ITCRM-Soja muestra que las mejoras cambiarias promovidas por los cuatro regímenes de “dólar soja” y el “dólar exportador” en curso en ningún caso superaron al impacto generado por las devaluaciones del peso instrumentadas en el último tramo del gobierno de Macri.
Vale aclarar que las devaluaciones instrumentadas entre 2018 y 2019 fueron generales, es decir, para todos los exportadores, mientras que los cuatro primeros “dólar soja” se implementaron solamente para el sector agrícola.
Recién el “dólar exportador”, que está vigente hasta el próximo 17 de noviembre –dos días antes del balotaje del 19 de noviembre–, se instrumentó para todos los sectores exportadores en general.
“El ITCRM-Soja pone en evidencia la vulnerabilidad de la macroeconomía argentina, con un tipo de cambio atrasado por una alta inflación, sumado a una brecha cambiaria, del 150%, que persiste en el tiempo. Así, no solo se generan distorsiones en el comercio exterior (exportaciones e importaciones), sino que también en la dinámica cotidiana de los negocios productivos, afectando así la competitividad”, señala un informe del Área de Economía de CREA.
Comenzó a regir el “dólar exportador” con algunas diferencias marcadas respecto al “dólar soja 4”
“Esa situación se contrapone al buen desempeño de las economías competidoras. Se puede percibir la buena performance en materia de precios de Brasil y Estados Unidos con inflaciones menores a dos dígitos anuales y con tipos de cambios que se mantienen competitivos pese a la caída del precio internacional de la soja”, añade.
Así, ante una situación de estabilidad cambiaria, un exportador argentino ve deteriorada su competitividad por el efecto de una inflación alta que encarece su producto en dólares, mientras que un exportador brasileño o estadounidense no sufren ese impacto.
Adicionalmente, los sucesivos “dólar soja” han generado distorsiones en el sistema de precios e incentivos en los agentes económicos. Por un lado, ha tenido un efecto considerable en la relación de precios entre insumos y productos.
“En el caso de los fertilizantes, se puede ver una mejora en la relación con la primera edición del programa (septiembre de 22). Esa mejora del tipo de cambio diferencial repercutió en una mayor capacidad de compra de la oleaginosa; mejor aún fue la última edición del programa con un tipo de cambio más favorable. Pese a tales mejoras teóricas, en los hechos resultó y resulta aún difícil conseguir los productos debido a problemas como inflación y faltante de dólares para importar bienes”, explica el informe.
Luego, otro efecto pernicioso se evidenció a la hora de fijar precios de alquileres agrícolas, dado que la soja se emplea como moneda para determinar el valor de las cuotas de los mismos. Además, las distorsiones se trasladaron a otras cadenas productivas que tienen a la soja como un insumo esencial.
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