Los hermanos Testa son una figurita repetida en el mundo del agro. Famosos por su entrega a la hora del trabajo, lograron hacer que su apellido se asocie a la búsqueda de innovación, y se piense en ellos como emblema de los contratistas rurales.
Marcelo y Carlos son oriundos de la zona de Pergamino, a escasos kilómetros de la ciudad, y desde ahí llevaron el apellido a buena parte del mundo de la mano de Agrícola Testa, la compañía que fundaron juntos.
Quizá no tenían idea de fundar una empresa cuando comenzaron a sembrar y cosechar, hace 40 años atrás, sino que en ese momento hacían lo que mejor sabían hacer, que era justamente sembrar y cosechar.
Hijos de productores agropecuarios, Marcelo y Carlos dedicaron su vida a ese labor que hoy es mejor conocido como el de contratista rural, es decir quien sale a hacer las labores mecánicas a campos de terceros.
Los comienzos fueron como muchos otros hijos de productores, haciendo eso que sabían, y que era lo que se sabía hacer en la zona. Esos trabajos de campo con el tiempo se convirtieron en parte del ADN de los Testa.
Carlos explicó a este medio los pilares en los que está apoyado el trabajo de hoy en día, donde Agrícola Testa se erigió como una empresa de vanguardia, que emplea a 30 personas de manera efectiva y directa, tiene la representación de una prestigiosa marca de agricultura de precisión, y capacitan en adopción de tecnologías ligadas al agro. Además, claro, la empresa que montaron realiza las labores a campo, pero hoy con una mirada distinta a la de hace 40 años. Hoy hay equipos especializados en cosecha, en siembra y en pulverización, impensados hace algunos lustros atrás.
Para Marcelo Testa, esos caminos rurales de Pergamino, entre los surcos perfectamente trazados de un lote sembrado de camelina, símbolo también de la innovación agrícola, son el fiel reflejo de los inicios de una vida cargada de sacrificios.
Marcelo acepta dialogar ante el lente de Bichos de Campo con una pequeña planta entre sus manos, algunos metros dentro del lote. La sostiene con el cuidado que uno dedicaría a un trofeo, porque para él, cada avance y cada logro en su vida como contratista rural ha sido fruto de sacrificios, aprendizajes y una vocación que lleva en la sangre. “Siempre decimos que hacer lo que te gusta te lo hace bastante más fácil”, reflexiona, dejando entrever que, aunque nunca fue sencillo, ha sido un camino lleno de sentido.
Más allá de los fierros y las hectáreas sembradas, la historia de los Testa es una historia profundamente humana, donde la familia, el esfuerzo compartido y la búsqueda de la excelencia se entrelazan con las vicisitudes de la vida rural.
Marcelo creció rodeado de maquinarias, campos y el aroma inconfundible de la tierra húmeda después de la lluvia. Petricor. Su padre, Luis, hoy con 86 años, y su madre, Nené, fueron quienes marcaron su rumbo desde pequeño. “Ellos nos dejaron cositas que han valido la pena”, recuerda Marcelo con una sonrisa nostálgica.
Después de finalizar sus estudios como técnico mecánico en 1988 en el Colegio Industrial de Pergamino, Marcelo no tuvo que pensarlo demasiado. “No hubo dudas. Tampoco había tantas opciones en ese momento, ni redes, ni la digitalización de hoy. Uno seguía lo que mamó desde chico”. Así, en 1989, comenzó a trabajar junto a su hermano Carlos, quien se sumaría formalmente dos años después.
El campo no era solo un lugar de trabajo, era el escenario de una vida moldeada por la tradición y el sacrificio. Es el escenario de los pueblos y ciudades del interior argentino. De ancho a ancho y de largo a largo. Sin embargo, los hermanos Testa decidieron mirar más allá de lo heredado, innovando y llevándolo a nuevos horizontes.
Los inicios de lo que hoy lleva el nombre de Agrícola Testa, no estuvieron marcados por grandes inversiones ni recursos, sino por trabajo duro y una determinación envidiable. Marcelo y Carlos comenzaron trabajando en su zona cercana, moviéndose apenas 20 o 30 kilómetros alrededor de su chacra. Sin embargo, pronto decidieron aventurarse más lejos.
“El primer salto fue irnos a La Pampa”, recuerda Marcelo. “Intendente Alvear, Banderaló, Villegas. Ese primer año llevábamos plata para tres días y estuvimos un mes. Dormíamos en carpa, comíamos lo que podíamos y hacíamos todo nosotros”. Era una época en la que no había sembradoras automáticas ni fertilización a granel. Cada bolsa de trigo, de fertilizante o de urea había que bajarla a mano y cargarla nuevamente.
“Yo decía, ¿cuánto pagan para bajar las bolsas? Dejame que las bajo yo”, relata con una risa nostálgica que acompaña casi todo el diálogo con este medio. Pero aquella precariedad fue también una escuela: aprender a sacar adelante el trabajo con pocos recursos y mucha creatividad.
Mirá la entrevista completa con Marcelo Testa:
Con los años, los Testa pasaron de ser contratistas locales a consolidarse como un apellido respetado en el sector. Fueron años de recorrer provincias, trabajando en Entre Ríos, Tandil, Balcarce o Necochea. La evolución no fue solo geográfica. “Antes éramos un contratista de acá, hoy trabajamos 15.000 hectáreas alrededor de Pergamino, con un equipo de 30 personas”, explica Marcelo.
El crecimiento implicó profesionalización. De hacer “un poco de todo”, los roles se dividieron y especializaron. “Hoy tenés chicos que solo siembran, otros que cosechan, y otros que pulverizan. Es algo que antes no existía, pero la tecnología y las demandas del campo nos obligaron a cambiar”.
A pesar de esto, Marcelo mantiene un enfoque humano en su empresa. “Nosotros almorzamos juntos casi todos los días. Compartimos el 70% de nuestras jornadas. Es importante hacer sentir a la gente que trabaja con nosotros que son parte de algo más grande”.
En la década de los ´90, cuando los recursos eran escasos, las máquinas solían dar más dolores de cabeza que soluciones. Marcelo recuerda las largas jornadas renegando con tractores que le soltaban la mano en el peor momento, y sembradoras que parecían necesitar más cariño que mantenimiento. “Cuando no hay plata ni tecnología, la única forma de trabajar es arremangarse. Y hacer de eso un hobby, porque si lo padecés, lo abandonás rápido”.
Entre risas, admite que esas épocas forjaron su carácter. “Tenemos un máster en puteadas, pero también en soluciones improvisadas”, dice.
Marcelo reconoce que no fue buen alumno de lengua durante su aprendizaje escolar, pero hay que si explica bien clarito: a pesar del sacrificio, los gajes de este oficio lo seducen más que cualquier otro: “Si hago un resumen de estos 40 años, pocas veces me ha sido una carga. Pocas veces el sacrificio me ha hecho pensar en abandonar. Siempre ha habido algún detalle o algún mimo que me ha generado adrenalina de vuelta para pensar para adelante”.
El apellido Testa se ha asociado en el sector agropecuario con la innovación. Pero para Marcelo, la innovación no es solo tecnología, es actitud. “En el campo, el que no se adapta, pierde. Hace años nos dimos cuenta de que para ser mejores contratistas, teníamos que apostar a la capacitación. No solo de nosotros, sino del equipo”.
Marcelo habla de su “posgrado” en reuniones con empresas de semillas y fábricas de maquinaria. “Yo no sé inglés, pero me defiendo. Voy a una reunión, escucho, aprendo y me traigo un máster en lo que sea. La clave es no dejar de aprender nunca”.
El trabajo de contratista implica largas temporadas lejos de casa, durmiendo en casillas o en condiciones que muchos evitarían. Marcelo reconoce que no siempre es fácil. “Es como un barco: cuando salís, no volvés hasta que terminás. Pasar Navidad o Año Nuevo lejos de casa duele, pero es parte de esto”.
Por eso, hace hincapié en el valor del recurso humano. “Trato de hacer sentir importante a cada persona en el equipo. Ellos son los que hacen posible que esto funcione. Y aunque quisiéramos hacer más, a veces los márgenes no lo permiten”, sostiene.
Marcelo también es padre, y aunque sus hijos han tomado caminos distintos, su legado está asegurado. Su hija Jimena estudia medicina, mientras que Ignacio, su hijo menor, se ha sumado a la empresa familiar y está encargado del área de drones. “Verlo trabajar con nosotros fue una inyección de adrenalina. Le transmito lo mismo que aprendí de mi viejo: la pasión por lo que uno hace”.
Después de décadas en el sector, Marcelo Testa resume su recorrido con una mezcla de orgullo y humildad. “Para nosotros, el campo es más que un trabajo, es un estilo de vida”.
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