Si hay algo que define a Connie Moreno Quintana es su amor por las rosas. Paisajista, floricultora y jardinera incansable, ha hecho de los rosales no solo una elección profesional sino también una forma de vida. En su chacra en Zárate, al norte de la provincia de Buenos Aires, construyó su propio jardín, donde el rosal ocupa un lugar central.
No se trata solo de un espacio estético: es su laboratorio, su aula, su patio de juego. Allí prueba combinaciones, poda, trasplanta, estudia y cuida cada ejemplar con una dedicación que contagia.
Ya conocida en estas páginas por que fue anfitriona en la Recorrida por el Rosedal de Palermo, esta vez Connie recibió al equipo de De Raíz durante el mes de mayo, en plena semana patria, para una entrevista en la que compartió su rincón más íntimo. Y como no podía ser de otra manera, lo hizo con una sonrisa, una escarapela en el pecho y un guiso de lentejas esperando en la cocina.
La recorrida por la chacra fue una experiencia cálida y llena de aprendizajes. A lo largo de la charla, Connie habló sobre todo lo que rodea al universo de las rosas: plagas, enfermedades, métodos de poda, fragancias y variedades. Su entusiasmo es tal que cuesta creer que alguien pueda escucharla y no salir con ganas de plantar su primer rosal. El suyo es un conocimiento profundo, pero siempre compartido sin guardarse secretos.
En este video la primera parte de esta recorrida.
En uno de los sectores más especiales del jardín se levanta una tranquera con un cartel que dice “Connie’s Roses”. Las letras azules sobre fondo blanco esconden una historia romántica: fue un regalo de su marido Jorge, quien decidió sorprenderla comprando el terreno contiguo y colocándole el cartel para que pudiera armar su propio vivero de rosas.
En la segunda parte de esta recorrida
Hoy ese espacio se ha transformado en una gran huerta montada sobre antiguos cajones de ferrocarril, ya que Connie dejó de reproducir rosas para la venta por cuestiones de tiempo. Allí crecen aromáticas y hortalizas que conviven con su creatividad y sus ganas de seguir probando. Incluso compartió un truco casero para repeler mosquitos frotando ramas de romero en las manos y luego pasándolas por la piel. También explicó cómo aprovechar el lemon grass para preparar tragos frescos, ideales para el verano.
En el vivero, otro rincón clave de la chacra, cultiva árboles desde semilla y mantiene una colección de rosas con ejemplares traídos incluso desde Uruguay. Hay también árboles “de rescate”, como ella los llama: especies nativas que recupera de viveros donde iban a ser descartadas, siempre y cuando sepa que podrá cuidarlas. Palos borrachos, ceibos, guaranes y otros nativos comparten espacio con los rosales, en una armonía perfectamente lograda.
La despedida fue con una de sus variedades favoritas: una rosa Noisette, blanca, antigua y de perfume intenso. El cierre perfecto para una jornada en la que la charla fluyó entre mates, flores y tierra. Un testimonio generoso de quien vive con y para el jardín, y encuentra en cada flor una forma de expresión.
Antes de cerrar la visita, hubo también tiempo para conversar con Jorge Vieyra Spangenberg, compañero de vida de Connie y también anfitrión de la chacra. Jorge explicó qué es el “palo a pique”, una técnica tradicional para armar estructuras simples o cubrir visuales, que él mismo utiliza para organizar los espacios.
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