La cumbre Regenera Latam llegó por primera vez a Buenos Aires y dejó varias definiciones. Alrededor de 1200 expertos, productores agropecuarios, técnicos y académicos de todo el mundo se reunieron para discutir cómo la regeneración ambiental dibujará nuevos horizontes agroganaderos en la región.
Eduard Müller fue una de las figuras más destacadas de los paneles. El científico de Costa Rica es un fiel militante del desarrollo de sistemas alternativos y defiende, desde una visión holística, la creación de un nuevo paradigma. ”La única forma de tener un planeta vivible es si lo regeneramos”, expresó, consultado por Bichos de campo.
Hace 3 décadas fundó la Universidad para la Cooperación Internacional, la primera abocada al desarrollo regenerativo. Hoy es rector de la institución y un referente en el ámbito académico, desde donde pregona que la ganadería puede capturar carbono y recomponer la biodiversidad, además de continuar siendo una fuente de alimentos.
La propuesta de su escuela de pensamiento es que, para recomponer suelos, basta con manejar bien el ganado y respetar los ciclos de la naturaleza. “El efecto rebaño lo hacemos moviendo los animales de potrero en potrero y eso permite que el pasto vuelva a crecer, vuelva a lanzar raíces y se alimente con azúcares, microorganismos y nutrientes”, explicó el productor y doctor en medicina veterinaria.
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Para Eduard, “la ganadería regenerativa es la mejor herramienta para revertir el cambio climático”. En ese sentido estima que en Costa Rica, un país de avanzada en estas cuestiones, ya hay 30.000 hectáreas en funcionamiento con dicho sistema, pero que el potencial es enorme: “Si se alcanzan las 200.000 hectáreas los próximos cinco años, capturamos el 25% de las emisiones del país”, aseguró.
Más que una mano invisible del mercado, Müller pregona la mano invisible de la naturaleza. Para él, “la naturaleza se cuida sola y se reinventa” y, para sobrevivir, no hay que intervenir en su funcionamiento.
“Nos equivocamos con el concepto de educación ambiental. En vez de enseñar a cuidar la naturaleza, hay que enseñar cómo permitir que regrese la vida al suelo”, expresó.
De hecho, uno de los aspectos en los que se detiene el científico es precisamente ese, los componentes de la tierra. Müller es muy crítico del uso de químicos y aditivos y considera que el suelo tiene “magia” propia, por la cantidad de hongos, bacterias y microorganismos que lo componen.
“¿Por qué tenemos que agregar el nitrógeno químico que mata las bacterias?”, se preguntó. Para él, el camino es mucho más simple: hay que aprovechar las bacterias que capturan nitrógeno del aire y lo transmiten a las raíces a través de los hongos, sin usar compuestos y respetando los ciclos naturales.
En esa línea, por ejemplo, comparó el arado de la tierra con “agarrar un cuchillo y cortar el sistema de cableado de un edificio”. Es un “laissez faire”, pero no del mercado, sino del hombre hacia el medioambiente.
Desde la universidad que fundó, como así también en sus investigaciones y ponencias en todo el mundo, Müller defiende el enfoque del Manejo Holístico, propuesto por Allan Savory, a quien llegó a conocer personalmente. Savory es un reconocido biólogo de Zimbawe que ha sabido sintetizar un modelo de pensamiento donde conviven aspectos sociales, económicos y ambientales.
En ese movimiento hay también una profunda crítica a las instituciones del saber tradicional por haber potenciado la destrucción ambiental. Eduard apuntó contra el “reduccionismo académico y científico” y aseguró que se necesita un “lenguaje común” para entender el sistema holístico, que no es difícil ni imposible, sino complejo por la cantidad de aristas que involucra.
Al ritmo en que avanza la humanidad, el “futuro regenerativo” y el nuevo paradigma que imagina el científico parecen lejanos. La salida, para él, no es la sostenibilidad, que pierde sentido con tres cuartas partes de los suelos del planeta ya destruidos. Pero, si bien su lectura del presente es poco esperanzadora, considera que aún hay tiempo para dar el “volantazo”.
La clave, explicó Müller, es la “visión a futuro” y encontrar puntos en común entre distintos sectores para empoderar a la sociedad. “Nadie quiere destruir el mundo. Entonces, si logramos poner metas a futuro, podemos trabajar diferentes bandos en un lenguaje en común”, aseguró.
Eduard no es un “antisistema” y su planteo va más allá de impugnar lo que hoy existe. Como miembro del Consejo Global de la Alianza para la Economía del Bienestar, piensa que puede llegarse a un sistema regenerativo sin la política tradicional, la academia o la economía de la escasez. “No vale la pena luchar contra el sistema, porque está muriendo sólo”, afirmó.
Y agregó: “Esto no es izquierda, derecha, capitalismo o comunismo; porque eso ya no tiene ningún valor en el mundo de hoy. Esto se trata de crear una nueva humanidad”.
-¿Sólo la ganadería puede ser regenerativa? ¿Qué rol le queda a la agricultura?
-La agricultura también puede ser regenerativa, por supuesto. Si cambiamos los sistemas agrícolas y los convertimos en regenerativos, junto a la ganadería podríamos estar absorbiendo el 150% de las emisiones de carbono cada año. O sea, en cuestión de diez años, estaríamos por debajo del punto crítico.
-En este Congreso se habla también de regeneración social, ¿qué opinás al respecto?
-La cultura está siendo lavada por las redes sociales, las grandes marcas y la industria musical, entonces estamos perdiendo el amalgama que tenemos como comunidad. La cultura es fundamental porque es lo que nos da pertenencia, identidad y autoestima, y por eso el rescate cultural es fundamental. Eso está muy ligado a la educación, las tradiciones agrícolas y pecuarias y a la agro biodiversidad que hemos perdido.
-¿Qué cambios implica?
-Tenemos que recuperar el desarrollo local, es decir, que tanto el productor como el consumidor sean cercanos, y que no haya un sistema de transporte de alimento de varias semanas. Tenemos que obtener alimentos regenerativos, ricos en nutrientes y sabores, que lleguen directamente a los consumidores, con valor agregado y desarrollo local. Lo que imagino es una economía que incluya a la gente, porque hoy en la agricultura el que más trabaja es el que menos gana.
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