El Foro de Davos, donde Milei pronunció su discurso, es un usina de ataques descarados contra la ganadería

El presidente argentino Javier Milei expuso este miércoles en el Foro de Davos (Suiza) un discurso que confirma las crecientes contradicciones entre lo dicho y lo hecho.

“Los socialistas sostienen que los seres humanos dañamos el planeta y que debe ser protegido a toda costa, incluso llegando a abogar por mecanismos de control poblacional o la tragedia del aborto”, apuntó Milei. “Hoy los Estados no necesitan controlar directamente los medios de producción para controlar cada aspecto de la vida de los individuos”, añadió.

El presidente que pronunció esas palabras es el mismo que envió un proyecto al Congreso argentino que establece la asignación por parte del Estado de cuotas de emisiones de gases de efecto invernadero para cada sector económico y que se reserva el derecho de penalizar a los incumplidores, lo que representaría, en caso de implementarse, un suceso inédito a escala global.

Agenda 2030: Milei quiere establecer cuotas de emisiones de GEI para cada sector económico y penalizar a los que incumplan (adiós ganadería)

“La justicia social es una idea injusta porque es violenta. Porque el Estado se financia a través de impuestos, que se cobran de manera coactiva. ¿o acaso alguno de ustedes puede decir que paga los impuestos de manera voluntaria? El Estado se financia de la coacción, y a mayor carga impositiva mayor la coacción”, apuntó un Milei que parece olvidar que está proponiendo un aumento impositivo para el agro argentino, que es el sector más castigado en términos tributarios de toda la economía.

Pero este artículo, en realidad, no se trata de Milei, sino del Foro Económico Mundial (“Foro de Davos” o WEF por sus siglas en inglés), un organismo con sede en Suiza que reúne todos los años a empresarios, políticos y dirigentes destacados con el propósito de determinar la “agenda” global.

Parte de esa “agenda” es combatir –no de manera velada, sino completamente abierta– a la ganadería vacuna, que es nada menos que una de las principales actividades culturales y económicas de las naciones sudamericanas.

Con una estrategia perfectamente planificada, el Foro Económico Mundial viene hace años publicando artículos y documentos que intentan relacionar a la ganadería vacuna con todos los males presentes en el mundo.

Más de 1000 científicos de todo el mundo firmaron ya la “Declaración de Dublin” que propone poner un freno a las visiones fanatizadas y reduccionistas que atentan contra la ganadería

“Esta es una forma sencilla de convencer a la gente de comer menos carne”, apunta el título de un artículo del WEF de marzo 2022. “La carne y los productos lácteos representan alrededor del 14,5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según la FAO. Un nuevo estudio ha descubierto que los consumidores de carne pueden ser ‘animados’ a tomar decisiones alimentarias más saludables”, asegura.

“Para los carnívoros de toda la vida, cambiar a una dieta sin carne puede parecer desalentador, pero el estudio del Instituto de Recursos Mundiales (¿qué?) parece demostrar que se les puede convencer. Para quienes tengan dificultades para encontrar fuentes alternativas de proteínas, la Comisión EAT-Lancet ha desarrollado la ‘Dieta de la Salud Planetaria’, que trae beneficios tanto para las personas como para el planeta”, afirma sin ponerse colorado.

Otro artículo de septiembre de 2020, con el poco sutil título “Tres razones por las que la industria de la carne es perjudicial para nuestra salud”, menciona que “la industria cárnica no sólo propaga enfermedades, sino que también ayuda a que prospere la resistencia a los antibióticos. Los expertos estiman que para el 2050, más de 10 millones de personas morirán anualmente porque los antibióticos ya no son efectivos”.

“El sistema de producción industrial de carne está fuera de control. Además de su aporte a la destrucción del clima, la biodiversidad, el suelo y los bosques, también es una amenaza directa a la salud de las personas”, afirma.

“Estarás comiendo carnes de reemplazo dentro de veinte años”, asevera otro artículo de junio 2019, donde se señala, con escaso respaldo fáctico, que “las carnes alternativas tienen menos riesgos para el producto convencional. Los sustitutos de carne cultivada tienen una vida útil más larga que la carne convencional (sic) y necesitan menos enfriamiento durante el transporte, ya que ninguna bacteria, como la salmonella o la E. coli, hace que se degraden y descompongan”.

Otro artículo que no deja lugar a dudas sobre las intenciones del WEF, publicado en noviembre de 2016 con el título “Comer menos carne para salvar el planeta”, remarca que “una investigación a cargo de Chatham House (¿quién?) indica que si no se reduce la producción y el consumo de ganado, el cumplimiento de las metas del Acuerdo de París serán imposibles”.

Y añade que la ganadería “utiliza el suelo y el agua de manera desproporcionada y contribuye considerablemente en la deforestación debido a la soja que se necesita para producir alimentos para los animales. Esto indica que la producción de carne es uno de los sectores que necesita ser repensado con mayor urgencia”.

Tales mensajes, que son propalados por diferentes medios a escala mundial y repetidos de manera sistemática hasta el cansancio, van conformando, poco a poco, la cosmovisión de muchas personas, quienes, lejos de investigar el motivo y sustento científico de los mismos, los terminan tomando como una suerte de “verdad revelada” que no admite cuestionamiento alguno.

“Los principales líderes del mundo occidental han abandonado el modelo de la libertad por distintas versiones de lo que llamamos colectivismo”. pic.twitter.com/BkGjICq2I6

— Oficina del Presidente (@OPRArgentina) January 17, 2024

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