Ya en la época del Imperio Inca se sembraba en la Cordillera de los Andes. En el siglo XVI, entre otras tantas cosas, los españoles se la llevaron a Europa. Fue venerada en la dinastía Qing de China, calmó el hambre en épocas de guerra y hasta acompañó al crecimiento del comercio, la industria y las ciudades. En ese tubérculo que tenemos en el cajón de la cocina, tallado en su cáscara, hay un manual de historia abierto.
A modo de homenaje por sus más de 8 milenios de vigencia, cada 30 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Papa. Al menos desde hace 2 años, cuando así lo dispuso la Asamblea General de la ONU.
En esta edición el lema es “Configurar la historia, alimentar el futuro”, pero el objetivo es el mismo: Recordar lo importante que es la papa en términos nutricionales, económicos, ambientales y culturales. Y eso amerita hacer un repaso por los 5 aspectos que la hacen única entre otros tantos alimentos.
En primer lugar, su variedad. Cultivada en 159 países y con una producción anual 374 millones de toneladas, hay unas 5000 variedades adaptadas a distintos climas, necesidades y gustos. Puede sembrarse en la Puna, a más de 4000 metros de altura, en medio de la montaña entre nevadas y fríos infernales, o en quintas de la Pampa húmeda, y no perderá sus propiedades.
Precisamente lo nutritivo emerge como el segundo motivo para homenajear a la papa, que es hoy por hoy el tercer cultivo alimentario, detrás del trigo y el arroz, más disponible en el mundo.
“La papa es rica en vitamina C y en potasio, un electrolito que contribuye al buen funcionamiento del corazón, los músculos y el sistema nervioso”, señalaron desde la FAO, que es uno de los resortes de Naciones Unidas dedicado a la alimentación y la agricultura.
Y está presente en toda nuestra vida, porque la papilla la come el bebé y el adulto. Sin ir más lejos, constituye la base de la Diversidad Mínima de la Dieta, que es el conjunto mínimo de alimentos que debe consumir una persona para estar saludable, y es una fuente de antioxidantes, fundamentales para mantener estables los niveles de colesterol.
Pero no por antiguo significa que el cultivo no evoluciona. La eficiencia y sostenibilidad conjugan el tercer aspecto destacable de la papa, porque se ha logrado producir más con menos superficie. Entre el 2000 y el 2020 se estima que la cantidad de tierra sembrada bajó un 17%, pero aún así la producción aumentó una décima parte. Y, encima, cuidando al medioambiente.
“Un ejemplo de las mejoras introducidas por los agricultores son los sistemas de cultivo intercalado o de rotación de cultivos entre papas y leguminosas, que requieren menos fertilizantes químicos y, por tanto, reducen las emisiones de gases de efecto invernadero”, agrega FAO.
Los últimos dos motivos tienen que ver más bien con lo económico. Y es que lo valioso de la papa no es sólo su aporte nutricional, sino que ha sido, y es, un medio de vida clave para la agricultura familiar. Ese es un esquema que acarreamos de la época de los pueblos originarios y se mantiene muy arraigado hoy.
Se estima que en países como Paraguay, Nicaragua, Ecuador, Perú y Bolivia el 65% de la producción de raíces y tubérculos está en manos de estos pequeños productores.
Así y todo, han pasado 8000 años y todavía no terminamos de sacarle todo el jugo -o todo el puré- a este alimento. Porque no sirve sólo para hacer experimentos en clases y prender focos, sino que hay todo un trasfondo científico e industrial que aún no ha despegado totalmente.
La clave está en el almidón, que puede servir para fabricar productos biodegradables y sustituir de una vez por todas al plástico de poliestireno. Ese componente también es prometedor para la fabricación de pegamentos y aglutinantes, como también para insumos de las industrias farmacéutica, textil, maderera y del papel.
“Aún queda mucho camino por recorrer para sacar el máximo rendimiento a este cultivo”, destacaron desde FAO.
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