Europa quiere cambiar las reglas de juego para congelar la expansión de la superficie de uso agropecuario a escala global ¿Podrá?

Este año un “tsunami” se originó en la Unión Europea y, si bien las olas de varios metros de altura están aún lejos de Sudamérica, no tardarán en cruzar el océano Atlántico para provocar una serie de daños catastróficos.

A partir del 1 de enero de 2025 no podrán ingresar al territorio de la Unión Europea (UE-27) productos agroindustriales provenientes de zonas que hayan sido deforestadas luego del 31 de diciembre de 2020. Los bienes comprendidos en la medida son aceite de palma, carne vacuna, soja, café, cacao, madera, carbón vegetal y caucho, así como productos derivados de los mismos.

Como el criterio de “deforestación” será establecido por la propia UE-27, sin considerar los parámetros contemplados en la legislación de cada uno de los países proveedores, la normativa seguramente será empleada con el propósito de “congelar” la superficie agropecuaria a escala global.

¿Lo sabías? A partir de 2025 la soja producida en campos deforestados no podrá ser vendida a ninguna (¡ninguna!) empresa exportadora

Ya no tiene sentido realizar declaraciones relativas a cómo esa decisión afectaría la dinámica de la seguridad alimentaria mundial o la potestad soberana de las múltiples naciones agroindustriales afectadas. La medida ya está tomada y ahora sólo queda estudiar la manera de acomodarse a la nueva coyuntura que viene en camino.

Es muy fácil caer en la tentación de decir que la estrategia de la UE-27 está sustentada en la necesidad de contener la expansión del Mercosur en general y Brasil en particular con el propósito de evitar que se transformen en competidores insuperables. Pero la realidad es que, al observar cómo los dirigentes de la UE-27 tratan a sus propios productores, es evidente que estamos hablando de personas que tienen algo personal con el agro y, por extensión, también con la mayor parte de la humanidad.

Tal como está diseñada la normativa, su acatamiento total implica, además de un costo extra que seguramente recaerá en los proveedores, cercenar el potencial de la expansión productiva presente en aquellas tierras de uso agropecuario disponibles, algo que hiere especialmente a Brasil, una nación que viene haciendo todo lo necesario para transformarse en el líder agropecuario indiscutido a nivel global.

Un estudio reciente del Ministerio de Agricultura de Brasil muestra que, sólo considerando el área agrícolas, el país sudamericano planea incorporar varias millones de hectáreas más en la próxima década.

La cuestión es que la normativa está elaborada con el propósito de que se transforme en un parámetro global, dado que las cadenas de suministros agroindustriales están en muchas ocasiones tan interconectadas que, tarde o temprano, todos los países que tengan alguna relación comercial con el UE-27 se verían obligados a exigir su cumplimiento a todos sus proveedores.

Es importante tomar conocimiento que la resolución en cuestión no es una “exigencia más” de la UE-27, sino un nuevo paradigma comercial que pretende moldear la fisonomía y el alcance de la producción agropecuaria a escala mundial en las próximas décadas. Lamentablemente, solamente cuando empiecen a aparecer los primeros “heridos” se tomará conciencia de la magnitud del evento, el cual, más que un desafío comercial, se parece más bien a un enfrentamiento bélico orientado a neutralizar (¡con el pleno consentimiento del enemigo!) las bases del sustento del adversario.

Este año y medio que tenemos por delante podemos considerarlo un “veranito”, pues en 2025, cuando llegue la hora de la verdad, la mayor parte de los que hoy están mirando “otro canal” comprenderán la magnitud del evento.

Mientras que la Argentina está tomando la posta en lo que respecta a las acciones necesarias para evitar la embestida europea, el silencio brasileño resulta por demás inquietante, pues es por lejos la nación más comprometida por la resolución de la UE-27.

No podemos descartar que, detrás de ese silencio, se esconda una estrategia conjunta de Brasil junto a sus socios del BRIC –China, India y Rusia–, todas naciones que son grandes productoras y/o exportadoras de productos agroindustriales y que, ante el reto planteado por la UE-27, decidan establecer sus propias reglas de juego a escala global.

Precisamente, el verdadero poder, en todos los ámbitos de la experiencia humana, reside en la posibilidad de establecer las normas de competencia a través de las cuales las diferentes personas, empresas, organizaciones, regiones y países pugnan por acceder a recursos escasos. Quien establece las reglas de juego, tiene gran parte del partido ganado antes de que empiece y sin que los contrarios puedan percibir ese condicionamiento.

Los dirigentes de la UE-27 creen que tienen el poder suficiente para cambiar el reglamento de un partido que es jugado por China, Rusia, India y Brasil. Cuatro naciones que, en conjunto, tienen mucho más poder que ninguna otra.

Los empresarios agropecuarios están en un lugar privilegiado para hacer frente al “reseteo monetario” que viene en camino

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