Guido Marchegiani aprendió a disfrutar del oficio de contratista de su abuelo Luis, que ya tiene 85 años pero no puede dejar de ir al galpón a ver los fierros todos los días

Si las pasiones se contagian, la que comparten Guido Marchegiani y su abuelo Luis Nazareno Giuliani sin dudas es prueba de ello.

Como “contratista de siempre”, con más de 60 años abocado a las tareas de cosecha en distintas provincias del país, Luis se volvió un ejemplo de que el esfuerzo y el trabajo honesto podían conducir a una vida mejor. Su alumno predilecto fue Guido, que inspirado en él se animó a soñar con sostener y escalar la empresa familiar.

“Mi abuelo siempre hizo el servicio de cosecha de soja, de maíz, de trigo. Acá hay una estancia a la que le ofreció servicios por más de 55 años. La primera vez que fui con él tenía 17 años, me quería enseñar un poco cómo era esto”, recordó Marchegiani en una charla con Bichos de Campo. Aquel viaje de bautismo le hizo comprender lo sacrificado de la tarea.

Luego de cosecharles a sus clientes en María Susana, el pequeño pueblo santafesino del que son oriundos, abuelo y nieto subieron hasta Chaco y Santiago del Estero, para cumplir con los productores del norte. Si bien se quedaron apenas 20 días, porque el clima no acompañó, la travesía no suele durar menos de 4 meses en promedio. Y en otras épocas, Luis incluso bajaba hasta el sur de Buenos Aires para terminar allí la campaña.

“La familia de mi abuelo no tenía nada, él fue creando todo esto desde cero. Al principio no tenía máquinas, pero de a poco se fue haciendo de fierros. Una vez me contó que llegó a comprar unas hectáreas de campo. Antes era más fácil. Cuando volvía de cosechar en el norte, con lo que había ganado en 4 meses le alcanzaba para eso. Con un año de trabajo se compraba una cosechadora. Hoy necesitas diez años, mínimo. Cambió muchísimo la cosa”, señaló el devenido contratista.

Pero el recambio generacional no se dio en forma sencilla. Lo cierto es que Luis prefería que su nieto terminara la escuela y se dedicara a estudiar. Guido cree que eso se debía a que el trabajo en ese rubro “te hace perderte de un montón de cosas”.

Sin embargo, en 2012 Luis tuvo un ACV que hizo que su familia replantease el negocio.

“Todos habían decidido que no vaya más al galpón, que es su vida entera. Los médicos le decían que no salga, que se cuide del estrés, pero en un momento decidimos que siga haciendo vida normal, aunque no volvió a viajar más”, contó el joven santafesino que cuenta ya con 30 años.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida por Guido (@guido_marchegiani)

Como Guido solo conocía el campo a partir de lo que su abuelo le había mostrado, su primer viaje solo hacia el norte no estuvo exento de temores.

“Esto se fue dando, no es que se charló. Empecé a viajar yo, aprendiendo de las mañas del rubro sobre la marcha, simplemente por estar. Hace 20 años mi abuelo tenía 5 maquinitas chicas, que después pudo modernizar y pasaron a ser 2. Luego pasó a tener una modelo 2010, que fue con la que yo aprendí. Pasé 8 años como su empleado y me iba a enseñando. Al lado de él aprendés quieras o no”, señaló Guido.


Con el tiempo, las mieles empezaron a llegar. El equipo pasó a ser de 8 personas, 4 de los cuales son amigos de Guido desde la infancia. La cartera de clientes también creció, al igual que el “parque de fierros”, que hoy ya cuenta con 4 cosechadoras. Guido destaca que eso fue gracias a la oportunidad que le dieron las mismas personas de su pueblo.

“Cuando quise sumar una máquina más, un productor del pueblo que tenía una vieja en venta se enteró y me vino a ver. Le fui honesto, le dije que era empleado de mi abuelo y que vendérmela significaba confiar en nosotros. Yo tenía 23 años. Me dijo que la fuera a ver y ahí nomas me la dio. Tardé 4 años en pagársela. Después de eso, otro productor apareció para venderme otra máquina”, relató el contratista.

“Hoy tengo 2 cosechadoras en proceso de pago. Me las vendió un hombre que supo mi realidad, que supo que no tenía nada y que de a poco me fui armando. Estoy muy contento”, agregó a continuación.

-¿Hoy tu abuelo qué hace? ¿Sigue yendo al galpón con vos?– le preguntamos.

-Sí, además yo le doy mucha participación. Esto es su vida. Él viene acá desde las 8 de la mañana hasta las 11 y media, y desde las 2 de la tarde hasta las 7. Eso aunque llueva, truene, sea domingo, lunes, todos los días viene. Y cuando traemos algo al galpón, porque terminamos la campaña o hay que reparar algo, él está ahí al lado nuestro.

-¿Y qué dice ahora de vos? ¿Está contento?

-Sí, está muy contento. Él sintió que yo seguí sus pasos. Y a mí me da mucho orgullo porque él es un tipo que va para adelante siempre, sin miedo. Con esas dos nuevas cosechadoras, él me animó a firmar y me impulsó. Me dijo “vos vas a trabajar para pagarlas”, con confianza.

-Al final del día, ¿qué es lo que a vos te gusta de esta actividad, que describís como una muy sacrificada?

-En mi pueblo a veces me tratan de loco por pasar 5 o 6 meses afuera de mi casa, viviendo en una casilla, y yo no lo veo así porque me gusta. Siempre que contrato a alguien les digo que si hacen esto por plata, no van a durar. Si esto no te gusta, no lo hacés. Yo lo hago por gusto, me gusta trabajar, me gusta progresar, me encanta el momento de estar en el campo, de prender el fuego, de armarme un mate, de compartir. Tal vez sigo en esto porque lo sentí así, estando al lado de mi abuelo.

La herencia de los tres Juanes: Casi como un juego, los hermanos Galizzi continuaron con la pasión familiar por la ganadería, y eso los llevó a formar una reconocida cabaña ovina en Entre Ríos

La entrada Guido Marchegiani aprendió a disfrutar del oficio de contratista de su abuelo Luis, que ya tiene 85 años pero no puede dejar de ir al galpón a ver los fierros todos los días se publicó primero en Bichos de Campo.

Guido Marchegiani aprendió a disfrutar del oficio de contratista de su abuelo Luis, que ya tiene 85 años pero no puede dejar de ir al galpón a ver los fierros todos los días
Deslizar arriba
Abrir chat
Chatea con nosotros
Hola 👋