Las razones del desembarco de la ONG Alimentaris en Santiago del Estero: Impulsa un abordaje complejo para combatir el hambre desde la agricultura familiar e indígena

El concepto de “comensalidad ampliada” sugiere que detrás de cada alimento hay un entramado de relaciones sociales, prácticas culturales, vínculos de poder e historias, e invita a pensar cómo cada comunidad se construye en torno a lo que pone sobre la mesa.

Caracterizar a la alimentación de ese modo permite ver lo específica que es cada problemática, como así también su abordaje. Eso es precisamente lo que se ha propuesto la Fundación Alimentaris en Santiago del Estero, donde lleva a cabo un extenso trabajo para promover la alimentación saludable y sostenible enmarcada en las prácticas comunitarias.

El eje está puesto en la agricultura familiar, campesina e indígena (AFCI), que se estima que representa el 26% de la producción agrícola provincial y aporta el 85% del empleo sectorial.




La propuesta de la ONG de origen suizo, instalada en el país hace más de una década, es combatir el hambre y la mala alimentación en una provincia que tiene más de 1 millón de habitantes y en la que casi el 50% de la población está por debajo de la línea de pobreza.

Y lo novedoso del abordaje es que, justamente, proponen hacerlo desde esas mismas estructuras comunitarias, que se cuelan en los comedores, las ferias barriales y los hogares de bajos recursos.

De acuerdo con el trabajo de caracterización del sector y recopilación de datos, que desarrollaron de manera conjunta con el Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (UNSE-CONICET), la agricultura familiar está muy abocada a la actividad frutihortícola, pecuaria y apícola, y participa además de varios procesos de agregado de valor.

Según un informe difundido por la ONG, el sector tiene el 80% de la especie porcina, 64% del ganado caprino y el 10% del stock bovino, y a la vez es clave en la elaboración de dulces, conservas, embutidos y quesos que se comercializan en los circuitos de economía social.



¿Cómo trabajar en la alimentación desde lo comunitario? Precisamente, acercando información, charlas y capacitaciones a las bases, y trabajando en conjunto con los movimientos territoriales que calan profundo en los cinturones urbanos.

Gracias a las entrevistas y focus group que conformaron en el barrio General Paz, uno de los más importantes de la capital santiagueña, encontraron que la alimentación de los sectores más vulnerables no sólo está atravesada por la pobreza, sino también por la feminización de los cuidados, la baja diversidad alimentaria, la fuerte presencia de ultraprocesados y una caída en el acceso a productos saludables.

“Se tiende a la homogeneización de lo que comemos y por eso resulta fundamental recuperar la diversidad en nuestro plato”, señaló Ayelén Miyashiro, coordinadora de Proyectos en Alimentaris.

No es menor el dato de la feminización de los cuidados, porque indica que, además de otras tareas, las mujeres de las comunidades vulnerables tienen a su cargo la alimentación, dentro y fuera de la familia. Y son precisamente ellas las que, frente a los comedores y organizaciones locales, mayor impacto sintieron por los recortes en la ayuda social, lo que implica un consecuente daño en la seguridad alimentaria.

Pero, en ese diagnóstico de situación, también encontraron una “punta” sobre la que trabajar: “Entre las personas encuestadas, la mayoría indicó preferir la comida casera, especialmente si fue hecha por seres queridos”, explicaron desde la ONG. Nada más ni nada menos que “comensalidad ampliada”.

En ese sentido, una de las primeras iniciativas sobre la que van a trabajar los próximos meses será el impacto del azúcar en la salud. Y para completar el abordaje interdisciplinario planean impulsar mejoras en cocinas comunitarias de comedores barriales, en articulación con el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), para optimizar los procesos de elaboración, seguridad, eficiencia y valor nutricional de las recetas.

“Escuchamos y trabajamos con referentes locales, escuelas, cocineras, productores. Son ellos quienes saben qué necesita su comunidad”, expresó Miyashiro.

Además del eje puesto en la cercanía y el agregado de valor, la agricultura familiar, campesina e indígena se caracteriza por ser respetuosa con el ambiente y los recursos propios, autosuficiente y generadora de puestos de trabajo. Eso es lo que ha arrojado el estudio que llevó a cabo la ONG de organizaciones locales como Monte en Red, Abriendo Caminos o la Feria Progreso de la Agricultura Familiar.

Con el antecedente del 2014, declarado por la ONU como el Año Internacional de la Agricultura Familiar, en 2019 la Asamblea de las Naciones Unidas proclama el Decenio de la Agricultura Familiar, instando a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y al Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA) a darle relevancia y visibilidad a este sector productivo.

“La alimentación es un derecho humano fundamental que por su complejidad requiere abordajes sistémicos y situados. Desde Alimentaris, trabajamos con esta mirada para promover el acceso a una alimentación saludable, sostenible y culturalmente adecuada.”, concluyó Sol Laje, directora de Programas de Comunidad.

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