María Elena, la agrónoma e investigadora que fue clave para la “revolución” del maíz tardío

Hace no más de una década, sembrar maíz tardío en Argentina; es decir, más allá de diciembre, era un planteo prácticamente impensado o solo practicado en zonas muy particulares, con circunstancias ambientales y geográficas que lo permitían.

De la mano de la biotecnología y el mejoramiento genético, hoy es la opción que domina cada vez más hectáreas en lo que respecta a este cereal. Y en ese proceso hay un nombre que ha sido clave: María Elena Otegui.

Aunque nació a pocas cuadras del Obelisco, en plena Ciudad Autónoma de Buenos Aires, decidió dedicarse a la agronomía y a la investigación, puntualmente en ecofisiología, como forma de vida.

Es investigadora superior del Conicet en el INTA Pergamino, profesora Titular de la Cátedra de Producción Vegetal en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y recientemente fue incorporada como Académica de Número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria (ANAV). 

Su historia, dentro del campo y más allá del mismo, se puede conocer en este nuevo capítulo de la serie de podcasts ELLAS.

– Contame de tu infancia. ¿Dónde te criaste, cómo estaba constituida esa familia, qué hacían tus padres?
– Es gracioso porque cuando escucho otros de estos podcast son todos de gente “del palo”, como se dice, criada en el campo. Nada más alejado de lo que fue mi vida. Cuando nací, nosotros vivíamos a tres cuadras del Obelisco. A mí me trajo un tango. No tanto el campo (se ríe). Mi padre, que era abogado, falleció hace unos años, era porteño, y mi madre, una mujer de provincia, que vivió casi toda su vida en Buenos Aires, era empleada y al poco tiempo de que empezamos a nacer mis hermanas y yo se dedicó a criarnos. 

– ¿Cuántas hermanas eran?
– Éramos cuatro, pero una de mis hermanas, Fernanda, falleció de chica. Yo soy la mayor, me sigue Mariana y la más chica, Paula, que es artista. Mis hermanas están más en las humanidades y yo agarré más para el lado de la ciencia. 

– ¿Cómo llegó el vínculo con el campo y la ruralidad? ¿De chica o de más grande?
– Mirá, la verdad que desde chica comparto el gusto por viajar, igual que mi padre. Te cuento una anécdota. Cuando tenía 10 años, éramos ya las tres hermanas. Salimos rumbo a Mar del Plata, había mucho tránsito y mi padre, que tenía poca paciencia, se cansó y llegando a la rotonda de Alpargatas a paso de hombre nos dimos la vuelta y, sin parar en la ciudad de Buenos Aires, terminamos en la quebrada de Humahuaca. Yo disfrutaba mucho del viaje, y adaptarme a las cosas nuevas, los cambios. 

– Llegó el momento de estudiar, optaste por agronomía. ¿Tenías un plan B?
– Sabés que no. Y es raro, porque es difícil elegir cuando uno tiene 18 años, lo veo siendo docente. Además, llevo hasta el final las cosas que emprendo. Siempre me gustó mucho la biología, quizás porque me marcó una profesora. Pensá que fui al Carlos Pellegrini cuando era un colegio definitivamente comercial, el comercial por excelencia. Si ibas por las carreras de exactas y números era un pasaporte, pero justamente quizás por eso me enganché con biología y también con geografía, que es una materia que te abre también la cabeza. A veces es una señal muy pequeña, de corta duración pero poderosa la que te marca un rumbo. Y un dato: hice el colegio en una época convulsionada, con Lanusse, Cámpora, Perón, etc… El quinto año me cambié de colegio y lo dí libre. Estaba complicado.

– ¿Cuándo pensabas en agronomía ya tenías la idea de lo que querías hacer o al igual que en el secundario hubo algo que te marcó el camino?
– Con seguridad sabía que iba a hacer investigación. No sabía si en el sector público o el privado, pero sí tenía una vocación por la investigación, no me veo haciendo una tarea más relacionada con una actividad que no me permita indagar cosas nuevas. 

– ¿Hubo un momento que te definió?
-Sí, hubo un evento, el premio Nobel de la Paz que le otorgaron a Norman Borlaug (N de la R: fue en 1970, se lo considera el padre de la agricultura moderna). Para mí fue muy estimulante pensar en una persona que con un trabajo de investigación, encima muy poco tradicional viniendo de la agricultura. Eso, a mí me resultó muy estimulante. 

– Hiciste un doctorado en Francia y un post doctorado en Estados Unidos, la meca del maíz mundial. ¿Qué recuerdos tenés de aquellas experiencias? ¿Qué podés contar que le pueda servir a algún joven que estén pensando en irse a completar sus estudios afuera?
– Hice la Universidad en la UBA, la maestría en Balcarce, el doctorado en Francia y el postdoctorado en un laboratorio del USDA en Minnesota. Fui siguiendo personas, referentes, y lo que les puedo decir es que a veces sirve estar cerca de personas con experiencia, justamente por eso, y otras veces sirve estar codo a codo con gente de la misma edad e ir “tirando” del carro y aprendiendo juntos. Y era otra época, porque irte a hacer cualquier cosa fuera era una cita casi a ciegas, vos seguías a los referentes por sus trabajos, mandabas carta, y, a lo sumo, podías mandar un mail. Hoy tenés video llamadas, videos de charlas, whatsapp, redes, etc. 

– ¿Qué te entusiasma de la agricultura que viene?
– En realidad de todo un poco, algunas cosas que ya están pero se van perfeccionando, como los modelos de simulación, que se van acoplando a otras herramientas, como el uso de imágenes satelitales. Eso ya está y va a ser cada vez mayor. Hoy podés medir mucho más y con mejor precisión y calidad. Tenemos un trabajo que está siendo revisado, usando imágenes satelitales para hacer estimaciones de rendimiento de miles de lotes con un tesista de grado que ahora está en Kansas. 

– ¿Qué más?
– El fenotipado, la robótica, todo eso se viene. Pero ojo, no hay que perder la mirada personal de un cultivo. Muchas cosas vas a poder seguir haciéndolas sin tener que ir al campo, pero tu percepción, caminar un lote, un instante de una mirada te explica lo que después mirando papeles te preguntás y no encontrás la respuesta. Cada vez más necesitás más gente con habilidades diferentes para tener resultados más potentes. Y con todo lo que viene, me entusiasma tanto que quisiera vivir mil años más-

– ¿Y cómo ves a los jóvenes con esto?
– El perfil de los jóvenes es parecido casi siempre, los que vamos poniéndonos más viejos somos nosotros, los profesores y perdemos capacidad de entender algunas cosas. Pero si sos capaz de superar ese escollo comunicacional o generacional, me parece que aprendés un montón de cosas. A ellos les sirve tu conocimiento y experiencia, y a vos te sirve la energía y ganas de hacer cosas. Y a veces, no estar sesgado por preconceptos que los que hemos transitado un camino ya tenemos es bueno. No obstante, es falso el predominio de la tecnología de un joven respecto de una persona más grande. Ellos sí tienen un dominio de la tecnología aplicada a cosas de la vida cotidiana, pero no necesariamente porque sean jóvenes y hayan nacido en una época digital, están mejor con la tecnología aplicada al agro que nosotros que nacimos en una época analógica pero hemos trabajado mucho en esto específico. 

FUERA DEL SURCO

– ¿Qué es lo que más te gusta y motiva de lo que hacés?
– La búsqueda. Poder hacerme preguntas. Eso es algo increíble. Y lo comparto con mi esposo que tiene u na empresa de desarrollos electromecánicos, esa cosa de estar siempre haciéndote preguntas y que no te alcanzan las 24 horas para todo lo que quisieras hacer. Un problema que tenemos es que el papel resiste todo, pero cuando vas a campo estás sobredimensionado de trabajo. En mi caso se nota en el verano, como trabajo con el maíz. Yo creo que el verano tiene muchas horas para eso. No es una carga para nada tener que levantarme a diario sabiendo que voy a estar muchas horas al rayo del sol, en pleno verano, buscando o definiendo cosas. Te diría que me cuesta más lo contrario, cuando terminó el ciclo del cultivo, volver a hibernar, la pausa diaria, muchas horas con la computadora, te lleva un tiempo adaptarte. 

María Elena Otegui junto a Raquel Chan, otra investigadora clave para el país: descubrió el gen HB4 que otorga tolerancia a condiciones de sequía.

– Por otro lado, el deporte es algo muy importante en tu vida…
– El deporte fue todo siempre en mi vida. Yo soy una deportista de elite frustrada, porque no tengo una característica en particular que me hubiera llevado al éxito en el deporte. Necesito tanto hacer deporte como investigación. Salvo en algunos momentos cuando estoy muy complicada de trabajo, no hay día que no haga algo de deporte. Y por el trabajo que tengo de viajes y horarios, no hago deportes que requieran ponerse de acuerdo con otra persona, pero cuando era más joven, si me decían de ir a jugar al fútbol iba, jugué al básquet federada y todo y mido 1,54… siempre disfruté mucho de lo que conlleva el deporte, no sólo la actividad física sino estar con otras personas, compartir momentos, emociones. No me importaba no ser destacada en algo y estar en el banco. Yo disfrutaba igual. Para mí es indispensable, es un cable a tierra, la cabeza pide oxigenarse. 

– Sos ciclista…
– Si, descubrí esto de moverme en bicicleta por los centros urbanos en Francia. Los franceses son muy ciclistas, los ves los fines de semana, varias personas del laboratorio llegaban en bici a trabajar, y como estaba bastante cerca y no me iba a comprar un auto, lo primero que hice fue comprarme una bicicleta. Después aparecieron las todoterreno y yo vivía en Ituzaingo y venía o volvía de la facultad con bicicleta. Soy ciclista urbana desde 1994-95. 

– …y runner
– Siempre me gustó correr, pero empecé a correr distancias más largas con un tesista, Lucas Borrás, que ahora está en Estados Unidos, que salíamos a darle dos vueltas al parque de la facultad que son más de 10 kilómetros. Y desde 1997 retomé la media distancia. Pero recién a los 50 años corrí mi primer maratón. 

– ¿Se te ocurren cosas mientras corrés?
– Definitivamente. He pensado experimentos, he solucionado problemas corriendo. Y en general me gusta correr a la tarde. Y corriendo vas tipo meditación, porque vas solo. Necesitás respirar rítmicamente, tiene cosas de la meditación.

– Pasando a la música, ¿que te gusta escuchar?
– Tengo un gusto ecléctico y muy generacional. Si tengo que elegir voy por el rock sinfónico, tipo Pink Floyd, y en materia de letras, soy de la época de Joan Manuel Serrat. Pero también escucho de todo, en los viajes con mi esposo, que es un musiquero bien tuti-fruti, y pasa del tango a Tan Biónica. Lo que no me gusta, ni cumbia ni reggaetón. Tampoco me ha gustado mucho el folclore. A mi oído son monótonos y eso que se repite hasta llega a fastidiarme. 

– Y seguero más leyendo que mirando películas o series. ¿Es así?
– Si, o no miro televisión. Recuerdo de ir al cine de adolescente a ver dos o tres películas el mismo día. Hasta la pandemia íbamos al cine y al teatro bastante. Pero ahora noto que cuesta encontrar alguna película en el cine. Ahora casi todo transcurre en las plataformas y al no tener la tendencia natural de sentarme a mirar la televisión, entonces quedo perdida. Seguro no me vas a agarrar a hacer una maratón de series. Si hay sol salgo a correr o a hacer otra cosa. Y si tengo tiempo me pongo a leer. 

– ¿Y qué leés?
– Todos los días terminan leyendo para mí. Soy una lectora de ficción empedernida. Hoy estoy mucho con el libro digital. Ojo, me gusta el libro papel, pero yo leo mucho en inglés, ficción, y el libro electrónico tiene la ventaja del diccionario incorporado. Y es una gran ventaja. También leo autores locales, como Sergio Olguín (“La fragilidad de los cuerpos”, entre otros), me gusta la novela negra estilo escandinavo, Henning Mankell. También me gustan autores como Murakami, completamente onírico, o Paul Auster. Insisto, no va a terminar el día, aunque sea de madrugada, sin que yo lea media horita de algo. Me atrae mucho más un libro que una pantalla. 

– ¿Algún lugar que hayas conocido y recomiendes para ir?
– Cuando estuve en Europa pude visitar muchos lugares, pero me había quedado pendiente Grecia, un lugar que por su historia me atraía mucho. Y con mi esposo pudimos viajar en 2017. De chica, en la primaria, me atraían dos civilizaciones: la egipcia y la griega. Y me voló la cabeza. También me había faltado el sur de Italia y pude conocerlo finalmente. 

– ¿Alguna mujer que haya sido referente en la vida?
– La verdad es que son muchas. Mi madre ha sido muy inspiradora, para su generación nos tuvo de grandes, con 30 años me tuvo a mí. Fue empleada y luego ama de casa. Mis padres fueron revolucionarios para su época. Es al día de hoy que mi madre, que tiene 93 años, se toma un colectivo, un tren y se va a visitar a su hermana cada 15 días a Martínez, a tomar un café. 

– ¿Alguna frase de cierre, que te identifique?
– Hay una que me gusta, aunque no sé si es exacta, de Cortázar, que tiene que ver con cómo me gusta relacionarme con la gente: uno no tiene que aceptar relaciones impuestas, sino que te lleve la afinidad, tu corazón, y que no aceptes otros horarios que los que son a deshoras. Algo que ha marcado mi vida, yo no tengo hijos, es sentir que cuando me levanto, más allá de tener un plan de día, puedo cambiarlo, no tengo que hacer esto sí o sí, si no quiero hacerlo no lo hago. Yo a mis alumnos les digo “eso te saca grados de libertad” hablando de estadísticas. Los grados de libertad son un dato estadístico que en mí pegó muy fuerte.

MUJERES EN CAMPAÑA

“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.

La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.

Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.

El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.

Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.

María Elena, la agrónoma e investigadora que fue clave para la “revolución” del maíz tardío
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