María Inés Corda escribía cuentos para chicos hasta que encontró otra inspiración para su literatura: Las mujeres rulares y sus ricas historias de vida

Escribir una nota sobre María Inés Corda, se siente bastante extraño, porque precisamente esta docente, ya jubilada, se dedica a compilar y escribir historias de vida de mujeres directamente vinculadas a las labores agrícolas. La travesía por este mundo -que dista bastante de sus primeras publicaciones de cuentos y relatos para niños- comenzó con su asidua presencia a los Encuentros Iberoamericanos de Mujeres Rurales, que se celebran cada mes de octubre  en la ciudad de Mercedes. Fue así que muchas de las historias allí narradas pasaron a ser parte de un libro que ellas mismas coincidieron en intitular “Mujeres rurales, firmes como robles”.

De esta forma Inés, como mejor la conocen todos en su natal San Pedro, ha encontrado otra manera de vincularse con el campo, aunque refiere que su interés por conocer cómo viven estas mujeres, surgió desde que trabajaba en uno de los establecimientos de la familia de su esposo, a la que ella define como “netamente rural”.

Mirá la entrevista completa a Maria Ines.

“Durante muchísimos años trabajé en la empresa, no como mujer rural, pero sí con mujeres rurales y de ahí en más comencé a interesarme por sus historias, por su forma de vida, por su manera de actuar, de cómo llevar adelante una familia. Pensaba en las tantas horas que trabajan fuera del hogar, haciendo tareas tan ingratas y estando tanto tiempo en una posición que no es la correcta. Todas esas cosas fueron las que me llevaron a interiorizarme sobre su manera de vivir y a vincularme muchísimo con ellas”, contó María Inés a Bichos de Campo. 

El puntapié inicial para satisfacer la curiosidad de esta docente fue su relación de amistad con una productora de Mercedes, que solía visitar el vivero de la familia en busca de árboles frutales. “Yo conocí a una productora, que es Susana Castagneto, una señora que tiene montes frutales, y ahora somos grandes amigas. Entonces a partir del momento que la invitaron a que formara un grupo de mujeres rurales e hiciera alguna actividad, ella me invitó a ayudarla y a mí me encantó la propuesta. Ya llevamos diez años trabajando en la ciudad de Mercedes”, recordó Inés.

“Al evento siempre van mujeres de San Pedro, al gran evento que se hace en el mes de octubre, el mes de la Mujer Rural. Así que se hace un hermoso encuentro que empezó siendo de Mercedes y los alrededores. Después pasó a ser de todo el país y ahora somos de Iberoamérica”, agregó.

Precisamente fue en el séptimo encuentro donde surgió la iniciativa de plasmar en un libro la vida de algunas de las mujeres allí asisten,  pero que representan el día a día de muchas, independiente de su lugar de origen. “El libro surgió a través de que en uno de los encuentros y estando en el escenario delante de todos, me propusieron si yo quería hacer una recopilación de historias. En  “Mujeres rurales, fuertes como robles”, están las historias de los siete primeros años de los encuentros, que se cortó en pandemia un año, y después retomamos”.

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Satisfecha con esta primera experiencia, Inés solo lamenta que después de este ejemplar, no hayan podido seguir contando tan ricas historias en otras publicaciones. “Yo tengo más historias, pero por motivos económicos no hemos podido volver a a editar otro libro, pero se que lo vamos a lograr”, aseguró optimista la escritora. 

“Este (refiriéndose al primer ejemplar) fue editado en la imprenta de la biblioteca del Congreso de la Nación, así que es de distribución gratuita. Aquí van a encontrar  las historias relevantes. Hubiéramos tenido en este momento 280 historias, pero era imposible editar tantas páginas. Entonces me reuní varias veces con los organizadores  y elegimos algunas historias. Fue un trabajo en conjunto muy enriquecedor”.

Por supuesto que como organizadora de esto eventos, Inés se ha convertido en una referente de las mujeres rurales dentro de San Pedro. Por eso a cada edición llega acompañada de aquellas mujeres productoras de su localidad a las que les interesa intercambiar sus experiencias con otras féminas. De esta misión, la escritora atesora emotivas anécdotas. 

“Las primeras mujeres que fueron al evento eran amigas mías y después gracias al  boca a boca se fueron sumando otras. Tengo historias muy lindas, con mujeres tan rurales  era  que hemos tenido que pedirle permiso a la familia para poder llevar a la señora. esta lo disfrutó tanto que tiene su certificado de participación  en un cuadro. Son cosas muy gratificantes  y yo lo hago con mucho cariño porque sé lo que representa y sé lo que es el trabajo rural, porque sin haberlo hecho, pero he estado ahí y conozco sus historias y conozco su sacrificio. A mí me encanta sentarme a charlar con ellas y que me cuenten sus vivencias,  y si puedo ayudarlas en algo encantada”, 

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-¿Decís que de esas charlas cotidianas salen las historias que plasmaste en este primer libro? 

-Sí, salen de una charla. Por ejemplo este año que vinieron mujeres de Latinoamérica, de Ecuador y de Perú, conocí historias muy parecidas a las historiase las mujeres del norte de nuestro país. Realmente me paso mucho tiempo escuchándolas y aprendiendo, siempre se aprende. Se aprende muchísimo de lo que ellas traen en sus alforjas. Este año una trajo en su alforja a su nena, así que se aprende muchísimo de ellas porque tienen saberes ancestrales que los siguen poniendo en práctica. Es muy enriquecedor, por más que no estén valoradas, que sean invisibles. Bueno, nuestra tarea es visibilizarlas y lo haré mientras pueda.

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