Tiene más de 1200 autitos de colección que fue comprando por todo el mundo y casi 9000 discos de jazz prolijamente acomodados por épocas. También es fanático de la lectura y su abuelo creó una fábrica de alfajores que desembarcó en Mar del Plata y en está en los anales de la industria alfajorera nacional (luego comprada por Havanna) y en los paladares de la gente de aquellos años ’50. En esta nota (grabada para el capítulo 72 de Oli-Nada-Garcas “El podcast de tu vida”) ingresamos a una apasionante faceta desconocida del analista del mercado de granos Gustavo López.
Porteño, nació en 1956, se crió en las calles (en esa época las veredas y la plaza eran un lugar amigable para los niños) de Barrio Norte; en Santa Fe y Pueyrredón, para ser más precisos. Cuando le tocó estudiar se decidió por Administración y Economía Agraria en la UADE. “Creo que eso de producir alfajores de mi abuelo y una granja que él tenía y visitábamos seguido hizo que me gustara el campo, pero me gustaban más los números, no tanto la parte técnica”, cuenta.
A lo largo de su carrera como asesor privado participó como técnico en la recordada Junta Nacional de Granos en 1980. También en los años 90 estuvo en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación. Y desde 2004 fundó su propia consultora, Agritrend, desde donde trabaja como consultor de empresas e instituciones.
Autos (fanático de Ford), autitos, música, libros, ¿Su plan B? La publicidad: “Quizás si me hubiese quedado en el mundo publicitario hoy tendría algún pelo más en mi cabeza”, se ríe. Pasen y lean…
-Naciste en capital federal, ¿En qué barrio te criaste? ¿Con quienes, cómo estaba conformado ese hogar de tu infancia?
-Nací en 1956, en agosto cumplo los 67, en Barrio Norte, muy cerca de Santa Fe y Pueyrredón. Durante gran parte de mi vida, hasta que me casé a los 27 años, fue mi lugar de referencia. Tengo una hermana 4 años mayor que yo. Mis padres, una familia tradicional. Mi abuelo tenía una fábrica de alfajores en Mar del Plata, que era anterior a Havanna que se llamaba Gran Casino, que, dicen, que en su momento era famosa. Yo estuve en los últimos años, ya que terminó siendo vendida a Demetrio Elíades que era uno de los fundadores y dueño de Havanna (N de la R: Zacarías López era el abuelo de Gustavo, la fábrica fue comprada por Havanna en 1955). Pero cuando era chiquito nos pasábamos largos veraneos de noviembre hasta marzo en Mar del Plata.
-¿Y qué hacía tu padre?
-Estaba ahí ayudando a mi abuelo y siguió después en el rubro comercial. Todo eso configuró una linda infancia, y una linda etapa de primaria y secundaria. Entre Mar del Plata y Barrio Norte. Iba a un colegio del estado. Era una vida muy linda.
-Qué te gustaba hacer de pibito?
-Iba al colegio a la mañana y tenía las tardes libres. Hacía las tareas y después a jugar con autitos, una incipiente colección que fui armando, aunque muchos de ellos quedaron en el camino. Era introvertido. Estaba en mi mundo con mis revistas mexicanas, el comic. Esperanzado en que llegue el fin de semana ya que nos encontrábamos con amigos. Y en aquellos años, lo mágico es que aún en pleno Barrio Norte, podíamos jugar en la calle. Después a los 11 o 12 años me empezó a gustar el tema de los scalextric, había mucho en esa época, fines de los ’60, había un brote de automovilismo y se plasmaba en lo que hoy le llama ‘slot cars’.
-¿Cómo era eso?
-Y bueno, me iba con mi cajita de herramientas, un par de autos y los pulsadores y pasaba gran parte de la tarde en ese lugar donde otros estaban en la misma que yo. Me enganché mucho con eso, algo que hoy me gustaría volver a hacer… (piensa)… de hecho, creo que no va a pasar mucho tiempo en que vuelva a hacerlo.
-Llegó el momento la universidad, ¿Por qué elegiste economía agraria? ¿Tenías un plan B?
-Siempre me gustó lo social y económico. Creo había una influencia de mi abuelo, que además de los alfajores tenía una granja, con gallinas ponedoras, la huerta, y nos pasábamos mucho tiempo en eso. Tenía un gran cariño heredado. Tenía una gran colección de la Revista Chacra que me pasaba viéndolas. También miraba Dinámica Rural. Me atrajo más por la parte económica del campo, que por la parte técnica.
-¿Y el plan B?
-Yo había empezado a trabajar de joven. Lo necesitábamos en la familia, porque no sobraba nada y a mí, además, me gustaba. Era cadete de una agencia de publicidad y me fascinaba todo ese mundo. A mi viejo también le gustaba, incluso tenía bibliografía. Y empecé a ascender. Siempre me pareció un ambiente muy particular y creativo el de la publicidad. Después dejé de hacerlo, pero es mi asignatura pendiente. ¡Quien dice, si hubiera seguido ese camino capaz ahora tendría algún pelo más en mi cabeza y la barba un poco más larga! (se ríe).
-Dije que íbamos a hablar de autos y autitos, y llegó el momento. ¿De dónde viene la pasión por los autos?
-Te diría que en alguna medida fui incentivado por mi padre, que me regaló algunos modelos icónicos. Me compraba autitos desde que tenía 4 o 5 años. Pensá que en ese momento no había una disponibilidad holgada de juguetes. Por eso, valían oro y yo los cuidaba mucho. Paralelamente, como en esa época estaba con el auge del Turismo Carretera, la transición de las cupecitas a autos más compactos. Éramos habitués del Autódromo de Buenos Aires. Recuerdo fechas memorables, cuando debutó el “Trueno naranja” de (Carlos) Pairetti, o el Torino “Liebre”, y era tal la pasión que los domingos que se corría en otro lado y lo transmitían en televisión yo me levantaba temprano a verlas también.
-¿Y cómo siguió todo?
-Esa primera parte fue hasta la adolescencia. Después hubo un bache. Y en 1985, ya con 30 años, tuve una beca en Canadá y pude conseguir algunos autitos. Creo que ahí me di cuenta de que eso me gustaba mucho lo de coleccionar. De modo que como coleccionista empecé hace casi 40 años. Y como por razones laborales fui viajando a distintos lugares fui trayendo piezas hermosas y difíciles de conseguir.
-¿Cuántos autitos tenés hoy?
-Yo me mantengo en una escala 1:43, es decir, son autos que es 43 veces más chicos que el original y miden entre 10 y 12 centímetros. De esos tengo unos 1.200 de todo el mundo, lugares de los más insólitos. Pero también he armado algunos autos 1:8, 1:32 y otras escalas.
-¿Y los disfrutás o los dejás en la caja?
-Hay un gran debate entre los coleccionistas, algunos prefieren mantenerlos en sus cajas originales evitando cualquier deterioro. Yo soy de los que trato de disfrutarlos. Los tengo en exposición en 3-4 vitrinas grandes. Cada tanto los saco, los fotografío o me pongo, entre comillas, a jugar. Es un gran placer.
-Con todo esto que me contás a mí que me gustan los autos me gustaría ser tu nieto. Pero pienso, ¿A él lo dejás jugar con los autitos?
-Jajaj…. Tiene 4 años y llegamos a un acuerdo. Tengo una parte en la vitrina donde están los más “castigados” y de menor calidad. El juega con esos. Además, le he regalado algunos de colección para que vaya empezando su camino y él lo entiende, también los cuida. No obstante, cualquier otro que quiera ver se lo saco y se lo muestro, pero preferentemente que no lo toque… jaja. A mí me quedó una culpa en el tiempo, porque uno de los autitos que aún conservo, cuando mi hijo era chiquito, se puso a jugar y lo había roto y mi mujer no había dicho nada y lo habían puesto en un lugar más escondido. Cuando lo ví medio destartalado hice un escándalo… Visto retrospectivamente me queda un poco de culpa por aquello. Creo que un poco por eso se dedicó más a mirar fútbol y no esta locura del padre (se ríe).
–Claro, “¡Este fanatismo es peligroso!”, habrá pensado…
-Y si… Y en otra oportunidad compré un tren que está en su caja. Era un tren para él, pero se lo armaba muy cada tanto rogando que no lo rompa. Me lo quedé, yo y hoy forma parte de la colección.
–¿Dónde están esas vitrinas?
-En un lugar donde tengo libros, que es otra de mis pasiones, la lectura. Los autitos están en vitrinas cerradas con llave, con una iluminación especial y todo eso. Igual estoy lejos de grandes coleccionistas. En Argentina hay uno en particular que tiene 25.000 autitos. Pero no es mi idea tener tantos. Es una obsesión cara. A mí me gusta tener los modelos que vi correr, los que ví en la calle, los que tuve a lo largo de mi vida, incluso algunos hechos por un amigo artesanalmente especial para mí.
-¿Cómo los tenés ordenados?
-Tengo una sección de turismo carretera, después las cupecitas, luego los de Le Mans, que es una carrera sobre la que tengo especial atención… De hecho tengo una colección de 35.000 fotos de todas las épocas de esa competencia histórica. Después Fórmula 1, limousinas y autos alta gama, por otro lado, utilitarios… ¡El tema es limpiarlos! Cuando lo hago estoy como un mes para limpiarlos a todos, una tarea que se hace con unos pinceles especiales y lleva tiempo.
-¿El más raro?
-Uno que me llevó muchísimo conseguir, el famoso Supercar, era una serie de marionetas de los años ’60 en la que había un auto que podía volar y meterse en el agua (N de la R: serie británica de 39 episodios en blanco y negro emitida entre 1961 y 1962). No lo pude conseguir nunca, pero me lo mandé a hacer en 3D.
-¿Y tu joya más preciada?
-Y son muchos… armemos un podio. Está el último Bentley que usó la reina de Inglaterra, que es una belleza, lo compré en Checoslovaquia. Una limusina muy bonita. Después el Mercedes Benz de seis ruedas, o sea, dos adelante y cuatro atrás, que usaba Hitler en la época de la segunda guerra. Y después… el Lincoln Continental que usó J. F. Kennedy cuando lo mataron en Dallas. Exactamente igual, está Jackie vestida de rosa, él está al lado, los custodios. Una pieza para recordar una época.
-¿Por qué elegís uno u otro modelo?
-El gusto es amplio. Pero me tira mucho más de los ’70 para atrás. Que cierra con el aspecto más nostálgico que tengo en la vida. No melancólico, porque siempre estuve rayando entre ambas cosas, pero creo que la melancolía es una enfermedad, la nostalgia no. Es el recuerdo lindo sobre tiempos pasados. Esos años han sido muy lindos.
-En casi 40 años en esto, los últimos años las redes te permiten conectarte con coleccionistas a diez cuadras de tu casa, pero también “locos lindos” de todo el mundo, ¿Tenés alguna anécdota o hecho curioso?
-Si, claro. En Capital Federal, Parque Rivadavia es un lugar donde vas a encontrar varios coleccionistas. Es un punto de encuentro para compra-venta, regatear precios… intercambiar anécdotas… toda una ceremonia. Y tengo una anécdota con uno. Hay una colección inglesa que se llama Brooklyn, que están arriba de los 120-150 dólares… ojo, hay más grandes que llegan a 500 o 1000 dólares… pero me contacté con un coleccionista que la tenía, que vivía relativamente cerca de casa y me permitió ver su colección y yo la mía. Incluso terminé comprándole dos.
-También te gusta el jazz, tu otro hobbie…
-Si, claro. Y en el marco de como soy en mi profesión, obsesivo en materia del seguimiento de los números y las series estadísticas, también tengo una clasificación de más de 9000 discos de jazz y la obsesión de tenerlos clasificados por épocas: el ragtime, señor lin, cool jazz, las bandas de swin… Esas cosas locas que uno tiene… incluso tengo un saxo con el que alguna vez me gustaría poder sacar algunas melodías.
-Vuelvo a los autos, pero esta vez los grandes ¿Por qué te hiciste hincha de Ford?
-Sinceramente nunca lo supe. Había una tradición en la época de las cupecitas. Después aparecieron las liebres de torino, el Chevytú, (época de los hermanos Emiliosi, Juan Manuel Bordeu, extraordinarios corredores). El único que le hacía frente a todos estos era un corredor, también venido del palo agropecuario, “Tuqui” Casá, que corría creo con una cupecita Ford del 40, con un motor F-100, que le decían “el tractor”, que andaba muy bien (N de la R: le decían tractor porque no se paraba nunca). Y a otro que se llamaba Carmelo Galvatto. Eran ellos dos contra todos.
-¿Y cuán fanático sos?
-Y bueno, mis últimos 8 autos fueron marca Ford. Y en mi vida en total tuve como 10. Pasé por el Falcon, el Taunus, Escort, Focus y ahora tengo una camioneta Ford. Y cuando voy a una carrera o algún evento de autos me llevo la gorra, la bandera, todo el equipo…
-¿Qué país, ciudad o lugar que conozcas le recomendarías a alguien para que vaya?
-Hay muchas. Pero la que me fascinó fue Francia toda y París en particular. Es deslumbrante.
-¿Y alguna que te gustaría conocer y por qué?
-Dentro de los autitos y las cosas que fui leyendo siempre me atrajo el tema de las guerras mundiales. Y me quedó la idea de conocer Alemania, imagino ir en algún momento a Berlín, a Munich…
-¿Sos de cocinar? ¿tenés un plato con el que no falles?
-Vos sabés que cuando estábamos recién casados íbamos invitando gente amiga y tenía un plato que armaba yo que era pollo al whisky y andaba muy bien. Después no lo hice más. Creo que hoy me la puedo rebuscar. El otro día hice un salmón a la miel siguiendo una receta de internet y quedó bastante rico.
-Sos fana de la lectura, ¿Qué libro te ha gustado más?
Son muchos. Pero a mí me gusta básicamente la novela. Hay dos o tres para resumir autores por excelencia. Uno es Paul Auster, que me gustó muchísimo su obra. Otro es (Haruki) Murakami, que es un japonés que aún hoy sigue produciendo. Y un tercero que ya no escribe que es (José) Saramago. Bueno, y obviamente, Mario Vargas Llosa.
-¿Y un libro en particular que te haya marcado?
-Uno de ninguno de ellos. Me orientaría a Hermann Hese, con “Siddhartha”, que fue un libro que me marcó totalmente desde mi primera juventud en adelante.
-¿Tenés tiempo para ver películas o series? ¿Qué elegís cuando mirás algo?
-A mí me tira más lo histórico-documental. Ahora estaba viendo “Lucky” que es la historia de Bernie Ecclestone, que fue el dueño de la Fórmula 1 muchos años. Pero también me gustó mucho “Sin novedad en el frente”. También algunas de época más noveladas que cuentan lo que ha sido la realeza los últimos siglos.
-Si pudieses tener algún superpoder, ¿Cuál te gustaría tener?
-A mí de los superhéroes de cuando era chico el que me llamaba la atención y me generaba empatía era el hombre elástico. Pero me gustaría poder teletransportarme. ¿Por qué? Porque podría estar en segundos en otro lado y no perdería el tiempo. Odio perder el tiempo viajando.
-Si pudiéras viajar en el tiempo, ¿Adonde irías o volverías y para qué? Puede ser algún momento de tu vida o algún momento en la historia de la humanidad.
-Siempre me llamó la atención la etapa contemporánea, digamos el siglo pasado y lo que va de este. Pero dentro de ese tiempo, como te dije, siempre me gustaron los años 60s. Y dentro de los 60s, 1968. Tenías a los Beatles en su máxima expresión, el mayo francés, la revolución de los coroneles en Praga, la revuelta de México, los hippies, estabas a un año de Woodstock. Eran tiempos de mucha creatividad.
-¿Un tema musical para que quede sonando?
-Son todas preguntas difíciles, porque hay que elegir… pero una de la parte del jazz que me gustó toda la vida fue la fusión con la música brasilera, la Bossanova, que tiene un componente de jazz. Y hay un tema en especial que me recuerda gente querida y otro de los lugares en el mundo que me gusta mucho que es Río de Janeiro. El tema es “Aguas de marzo”, interpretado por Tom Jobim, que es de los más grandes compositores, y Elis Regina, una cantante fabulosa de los años ’70.
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