¿Qué hace este halcón en mi plaza? Como hay cada vez más aves rapaces en Capital Federal, concientizan para que la convivencia con estos bichos de ciudad no sea un tormento

Aunque no se las asocie directamente con ese entorno, las aves rapaces son -en parte- bichos de ciudad. Si se presta atención, y se tiene un poco de suerte, incluso en Capital Federal pueden verse lechuzas, gavilanes, chimangos, caranchos, caburés, búhos y otras especies de este tipo de aves a las que se las suele considerar una amenaza o peligro.

Pero, estrictamente hablando, somos nosotros los que estamos en su entorno. Por eso es que es cada vez más común verlas merodear en plazas, parques o en los árboles, aunque debajo no haya pasto, sino asfalto, colectivos y basura.

Parte de la tarea que lleva adelante el Programa de Conservación y Rescate de Aves Rapaces (PCRAR), creado hace 25 años en lo que fue el zoológico de Buenos Aires, es concientizar sobre eso y brindar capacitaciones para que la convivencia con estos extraños vecinos sea lo más armoniosa posible.

El programa es llevado adelante en conjunto por el Ecoparque y la Fundación Caburé-í. Además de rescatar y rehabilitar aves que fueron víctimas del mascotismo, el tráfico ilegal o que sufrieron accidentes, llevan adelante ciclos de charlas abiertas a la sociedad.

“En esquemas tan urbanizados, uno pierde la dimensión de con quién comparte el ambiente, por eso trabajamos mucho en dar a conocer las especies de la ciudad de Buenos Aires”, relató a Bichos de Campo Mercedes Val, que es licenciada en ciencias ambientales e integra ese programa desde hace más de una década.

Cuando Mercedes Val llegó a la gran ciudad para estudiar ciencias ambientales, le sorprendió ver cómo la gente se asustaba al ver chimangos en una plaza, un animal que componía la postal más común de su infancia en Venado Tuerto. Por eso, tras hacer una pasantía técnico-educativa en California, decidió unirse como voluntaria a la fundación y empezar a trabajar en este tipo de actividades educativas.

Es así como, desde entonces, trabaja en un ciclo de charlas en parques, colegios y universidades junto a Andrés Capdevielle, coordinador del Programa de Aves Embajadoras de Ecoparque. En la tarde del pasado martes, sin ir más lejos, el encuentro fue en la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), donde ella misma estudió.




A cada una de esas charlas, llevan un grupo de aves no liberables para que la exposición sea didáctica. Se trata de animales que rescataron y rehabilitaron en el centro que funciona en la reserva ecológica de Costanera Sur y que, por impedimentos físicos o comportamentales, no pueden volver a vivir solas en la naturaleza.

“La mayoría son aves con algún ala fracturada que no se pudo resolver bien y no pueden volar, o que no tienen chances de supervivencia, porque fueron sacadas del nido desde pichones”, explicó Mercedes.

Hoy, son una forma de acercar las aves de rapiña al público en general o a estudiantes especializados, y de demostrar que esos animales que sobrevuelan la ciudad, piden comida o cazan de noche, son también parte del ecosistema. “La ciudad está llena de vida”, destacó Val.

La concientización sobre este tipo de fauna silvestre también tiene como objetivo intentar que cada vez lleguen menos ejemplares a los centros de rescate y que la convivencia sea lo más pacífica posible. Sobre todo tras una tendencia, como se vislumbra hace ya algunos años, a una mayor presencia de aves rapaces en la ciudad de Buenos Aires y alrededores.

“Al principio era hasta romántico ver más fauna en la ciudad, pero ahora estamos pegando la vuelta y empezando a vivir algunos conflictos”, explicó Mercedes, que suele ver varias aves con traumatismos -sea porque se chocó un vidrio o porque la golpearon-, intoxicaciones, y rescatadas del mascotismo y el tráfico ilegal.

También el desconocimiento, en muchos casos, genera que varias aves quedes huérfanas desde chiquitas. Y no es porque se mate a los padres, sino porque se van del nido muy temprano y la gente las retira de su hábitat por temor o por creer que están en peligro. “Eso pasa mucho con una especie que se llama caburé, que es un búho muy chiquito”, señaló la voluntaria.

También hubo cambios muy positivos desde que surgió el programa. En sus comienzos, fue una iniciativa de cuidadores y empleados curiosos del zoológico, que decidieron capacitarse y tomar iniciativa por sus propios medios cuando vieron que llegaban muchas aves rapaces. Como la empresa era un depositario legal de fauna silvestre, cada vez que había un decomiso o un rescate, los animales eran enviados allí.

Hoy, 25 años más tarde, es el Ecoparque junto a la Fundación Caburé-í los que llevan adelante la iniciativa en la ciudad, y tanto se ha extendido que ya existen centros de asistencia en varios otros puntos del país. Eso les permite concentrarse en las especies que hay sólo en su entorno y llevar adelante las tareas educativas continuamente.

“Por acá pasamos un montón de jóvenes entusiastas que soñamos con dedicarnos al mundo de la conservación. Es un gran semillero de futuros profesionales”, dijo Val, una orgullosa integrante del voluntariado.

De hecho, tanto ha crecido el programa que es también el epicentro de varias investigaciones en curso, muchas de las cuales derivan luego en proyectos de políticas públicas. Un ejemplo es el de la modificación de los tendidos eléctricos para proteger al águila coronada, una especie en peligro de extinción.

Contrario a lo que se cree, entonces, ver aves rapaces en medio de la ciudad es un signo positivo, y demuestra que puede haber naturaleza entre autos, colectivos y edificaciones.

En ese sentido, Mercedes insiste en que el proceso de recolonización que se ve hace varios años no fue orquestado por nadie más que por las propias especies. Lo dice porque conoce el mito popular de que varias de estas aves de rapiña fueron introducidas para combatir las palomas.

“No hay ningún dato oficial, certero y científico”, señaló la especialista, que opta por una explicación más racional: “La ciudad va operando como un ecosistema con sus variables . Si cada vez tenemos más basura, entonces cada vez tenemos más ratas y vienen los que se comen a las ratas. Si hay muchas palomas, vienen los que se comen a las palomas”, afirmó.

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