“Miriam, ¡están regando mucho!”.
“Miriam, ¡están regando poco!”.
“Miriam, encontramos plantas cortadas”.
Miriam es Miriam Romero, una misionera licenciada en Trabajo Social que ama andar en el campo y hablar con la gente. Y a quien el whatsapp le suena mucho, ya que está a cargo del área de Gestión Comunitaria de la empresa de origen chileno Arauco, que se dedica a la producción y procesamiento de la madera, y que en Argentina tiene 262.000 hectáreas de las cuales casi la mitad está dedicada a la conservación del monte nativo. “Estoy acostumbrada a que los vecinos me manden mensajes todo el tiempo, me gusta estar en contacto con la gente”, asegura con una sonrisa.
¿Qué hace una licenciada en Trabajo Social en una forestal? Recorre, conversa y escucha. Estas acciones son indispensables para lograr buena relación con las comunidades vinculadas a las plantaciones, uno de los tantos requisitos que debe cumplir toda empresa que quiera acceder a certificaciones internacionales, como FSC (Forest Stewardship Council) y PEFC (Programa para el Reconocimiento de Sistemas de Certificación Forestal). Esto es así porque estas normas tienen exigencias que trascienden lo técnico y hacen hincapié en integrar (de verdad) la sostenibilidad ambiental, económica y social en cada paso de la producción.
Y ahí entra Miriam. O mejor dicho: ahí empieza su recorrido por escuelas rurales, comunidades originarias, caminos de tierra y asambleas vecinales. Es ella quien avisa cuándo va a haber cosecha (de árboles) y qué caminos se van a usar, y escucha a los vecinos por si quieren consultar algo; también es la que conoce los horarios de entrada y salida de las escuelas y lo transmite a los operarios para que las máquinas no interfieran con la rutina de los chicos ni de la comunidad en general. “Una de las cosas que más molesta a los vecinos es la polvareda que levantan los camiones, así que estamos atentos a mejorar los caminos y a hacer un riego eficiente para que no haya polvo”, explica.
La clave de todo esto fue construir una relación genuina y de confianza estando en terreno y hablando con la gente. Esto, que parece obvio y simple, no lo era tanto quizás por no ser prácticas usuales en el ambiente forestal, un mundo conformado por ingenieros varones donde no era común el hábito de confraternizar con los vecinos.
Por eso una de las primeras acciones de Miriam fue presentar a cada comunidad el supervisor a cargo de la zona forestada local, para que lo conocieran. “Cualquier duda o consulta que tengan, ustedes lo paran y le preguntan”, les decía Miriam. Y claro, tener una cara con nombre y apellido da tranquilidad y genera vínculo: ya no se trata de una entidad abstracta como “la empresa que hace cosas” sino de Fulano de Tal, a quien conozco y a quien le puedo hacer saber lo que opino o si algo me inquieta.
Otro punto para destacar es el trabajo que se realiza especialmente con las comunidades guaraníes, quizás el “capítulo” más profundo de esta historia de vínculos que si bien no es nueva se fue reescribiendo con los años. Arauco comenzó en 2007 a relacionarse con los pueblos originarios a través de asesores externos… pero no funcionó porque la distancia cultural y territorial era un obstáculo. En 2012 decidieron retomar, esta vez con otro enfoque: hacer relevamientos participativos y escuchar, realmente escuchar.
El relevamiento terminó en 2014 y arrojó que en Misiones existen 32 comunidades guaraníes habitando en zonas de influencia de Arauco. Con 27 de ellas se llegó a acuerdos concretos y el primer paso fue realizar un mapeo de las comunidades y las zonas de donde ellos sacaban los recursos para sostener su forma de vida. Y todo de forma participativa. Ah, un “detalle”: Miriam habla guaraní desde chica y en pandemia decidió profundizar sus conocimientos, así que realizó un curso de mbyá, la variante del guaraní que hablan localmente y que le abrió aún más las puertas a las comunidades.
-Usted dijo que el mapeo fue participativo. ¿Qué significa en lo concreto?
-Que los hicimos con las comunidades y ellas fueron las protagonistas. Se identificaron lugares de caza, de recolección de frutos, de fibras y de medicinas, es decir, los lugares que sostienen su forma de vida tradicional.
-¿Con qué fin se hizo este mapeo?
-Para determinar lo que llamamos Zonas de Alto Valor de Conservación, que son áreas en las que no se planta y que quedan protegidas por su valor ecológico y cultural. Las comunidades acceden a esos espacios y pueden aprovechar sus recursos sin comprometer la biodiversidad. En paralelo, elaboramos fichas detalladas por comunidad, identificando sus intereses y territorios clave.
-¿O sea que son tierras donde los guaraníes pueden entrar a cosechar o a cazar?
-Así es. Tienen libre acceso y no tienen que avisar. La caza que realizan es con técnicas tradicionales de trampas para distintos animales. Gracias a estas iniciativas hoy la relación con los guaraníes es muy buena, incluso ellos nos avisan si ven cazadores furtivos o si notan movimientos extraños en el monte.
-¿La llaman a usted?
-Sí, pero a la vez Arauco cuenta con diez guardabosques formados en la Escuela Provincial de Guardaparques que se encargan de monitorear, detectar y reportar lo que pasa en las zonas de monte nativo y en las forestaciones. Su tarea no es sencilla porque pueden encontrarse con campamentos de cazadores ilegales, usurpaciones o robos de madera. Lo bueno es que no están solos, ya que guaraníes y vecinos, a través de un simple whatsaap, también avisan si ven huellas, plantas cortadas con motosierra o movimientos sospechosos. Esa red de confianza dio lugar a un trabajo integrado con las fuerzas de seguridad y así Policía y Gendarmería actúan cuando es necesario.
-Después de más de 10 años de trabajo en terreno, ¿qué ve hoy en día?
-La buena relación con los vecinos y que hemos logrado que haya muchos “guardianes” de la naturaleza y la biodiversidad. En cuando a las comunidades guaraníes, es gratificante que puedan mantener su forma de vida tradicional usando los recursos del monte y que estén generando cosas nuevas.
-¿Por ejemplo?
-La comunidad Guapoy está llevando adelante un vivero de orquídeas como una forma de cuidar la naturaleza y, a la vez, de generar ingresos Con esta idea de replicar orquídeas apuntan a armar un circuito turístico y vender las plantas en un marco de formalidad avalado por el Ministerio de Ecología de Misiones. También tenemos otros programas, como entrega de cítricos y semillas hortícolas para aportar a la producción de alimentos en todas las comunidades y, a través del Ministerio de Trabajo y de AFOA (Asociación Forestal Argentina) certificamos competencias en operadores de biodiversidad a más de 30 jóvenes de distintas comunidades guaraníes.
-¿Cómo es eso?
-Es un certificado de formación. La demanda se originó en mesas de diálogo ambiental donde los guaraníes manifestaron que necesitaban certificar sus conocimientos para participar en distintas iniciativas, por ejemplo cuando se realizan inventarios de bosques nativos.
-¿Cuántos operadores guaraníes habilitados hay?
-Hasta ahora son 24, entre los cuales hay 2 mujeres que son las primeras operadoras de biodiversidad.
-Entonces este “carnet” ¿les permite cobrar por sus servicios?
-Sí, porque los guaraníes conocen la naturaleza de forma ancestral, desde que nacen. Y lo que hace esta certificación es avalar formalmente sus competencias y conocimientos sobre el manejo de los recursos del monte.
La entrada ¿Qué hace una trabajadora social entre forestaciones y monte nativo? Lo que pocos habían hecho: Quedarse a escuchar a los habitantes originarios, que ahora avisan por Whatsapp de todo lo malo que le sucede a la selva se publicó primero en Bichos de Campo.