Durante años, la producción de soja en Argentina y el mundo estuvo marcada por una ecuación simple: producir más, al menor costo posible. Pero los tiempos cambiaron. Hoy, el negocio ya no es solo sembrar y cosechar, sino demostrar cómo se hizo. Y más con el complejo escenario de rentabilidad que atraviesan los productores agropecuarios, con altos costos y precios a la baja. Ahí entra en escena la certificación RTRS, que promete ser algo más que un sello de sustentabilidad: una llave para abrir mercados y garantizar que la soja argentina siga en la cancha.
Este tema se puso en agenda luego de la decisión política de mercados como Europa, que pusieron un límite a la exportación de productos desde Sudamérica, estableciendo una reglamentación caprichosa sobre el origen de lo que se ingresa a ese territorio. Se trata del Reglamento (UE) 2023/1115 sobre productos libres de deforestación que busca reducir la deforestación y la degradación forestal. Esta reglamentación, que entrará en vigencia a partir de 2026, regula los ingresos de madera, caucho, ganado vacuno, café, cacao, aceite de palma y soja.
Este último grupo de productos generó controversia, puesto que la mayor parte del área que produce soja, al menos en Argentina, no lo hace sobre territorios deforestados.
La certificación RTRS (Round Table on Responsible Soy) no es solo un sello verde para quedar bien en la foto. “La sostenibilidad ya no es solo un compromiso, sino una oportunidad”, aseguró Laura Villegas, Gerente Global de Desarrollo de Mercado de RTRS, durante Expoagro 2025, en diálogo con Bichos de Campo.
Suena lindo, pero en la cancha la historia es otra. Las exigencias del mercado internacional pondrán seguramente en jaque a quienes no puedan demostrar que su producción es responsable. Hasta ahora, la regulación será obligatoria para todos.
Mientras algunos ven esto como un obstáculo, otros le están buscando la vuelta a la certificación como ventaja competitiva. “El productor argentino ya tiene muchas prácticas sustentables incorporadas, pero la certificación le ordena la gestión, lo ayuda a sistematizar procesos y le da acceso a un mercado que paga por esa diferenciación”, explicó Villegas.
Mirá la entrevista completa con Laura Villegas:
La soja certificada RTRS en Argentina creció un 95% en 2024, alcanzando las 767.132 toneladas y sumando 66 productores certificados. A nivel mundial, la producción certificada llega a 6,6 millones de toneladas, con más de 54.466 productores bajo este sistema. Y no solo es un tema de producción: la demanda de material certificado RTRS alcanzó los 7,4 millones de toneladas en 2024, un 13% más que en 2023.
El Reglamento de Deforestación de la Unión Europea (EUDR) es un buen ejemplo de cómo el comercio global está poniendo la lupa sobre la producción agropecuaria. Y aquí viene el dato clave: “RTRS es uno de los pocos sistemas que paga. El productor que certifica recibe un retorno económico directo por su soja”, destacó Villegas. En un contexto de costos altos y rentabilidad ajustada, esa diferencia puede inclinar la balanza.
Además, RTRS desarrolló un módulo dentro de su estándar para ayudar a las empresas a cumplir con la normativa europea y asegurar que la soja certificada cumpla con criterios estrictos de no deforestación. “Con este módulo, promovemos volúmenes sustentables al mercado y garantizamos que los productores reciban incentivos directos. Además, implementamos auditorías rigurosas”, detalló Villegas.
Pero certificar no es solo un trámite. “La adecuación a la norma tiene más que ver con el ordenamiento de la gestión, sistematizar cuestiones más burocráticas de papeles, cuestiones con empleados, cuestiones de infraestructura muchas veces”, señaló Villegas. Y ahí aparece un punto clave: la inversión. “El estándar exige cuestiones de deforestación cero o de conservación de biodiversidad, y eso muchas veces hace que sea un costo adicional para el productor. Pero lo hace, elige hacerlo y lo hace”, explicó.
Por supuesto, el incentivo económico es un factor importante, aunque no siempre suficiente. “Seguramente no es lo que el productor espera ni quizás es un retorno tan equivalente a la inversión que hace, pero sí siempre es un incentivo”, reconoció Villegas. Sin embargo, ese pago adicional ayuda a sostener un círculo virtuoso en el que los productores vuelven a invertir en la certificación y en mejoras en sus establecimientos.
Si bien Europa empuja con normativas estrictas, la certificación RTRS ya logró presencia en 34 países. Incluso sectores como la acuicultura están adoptando soja certificada, con más de 1,5 millones de toneladas utilizadas entre 2018 y 2023 en mercados como Ecuador, Chile y Perú.
Además, Villegas destaca que Argentina tiene una gran oportunidad en este escenario: “Argentina tiene todo para posicionarse como un gran productor de soja responsable. Es un sistema productivo innovador, con mucha ciencia detrás, con mucho conocimiento acumulado”.
Mientras algunos siguen discutiendo si este modelo de producción es una moda pasajera o una exigencia del mercado, los números muestran que la soja responsable llegó para quedarse. En un mundo donde producir ya no es suficiente y demostrar cómo se produce es clave, RTRS se posiciona como una herramienta estratégica en las nuevas reglas de juego.
El evento insignia de RTRS se celebrará en el marco de la Semana de la Soja, del 16 al 19 de septiembre en São Paulo, Brasil, en sinergia con VICTAM Latam, el mayor evento mundial para la industria de procesamiento de alimentos para animales.
La conferencia, que tendrá lugar los días 17 y 18 de septiembre en el Expo Center Norte, reunirá a expertos y actores clave del sector para debatir sobre el futuro de la soja responsable, tendencias, regulaciones y oportunidades para los agronegocios.
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