El fallo desfavorable para la Argentina en un tribunal de Manhattan, EE.UU., que eventualmente podría derivar en la obligación de pagar una suma de hasta 16.000 millones de dólares por la desprolija expropiación de YPF realizada en 2012, representa, además de un potencial problemón financiero, un advertencia.
La aprobación del proyecto de ley de expropiación del 51% de las acciones de YPF en manos de la española Repsol se llevó a cabo en mayo de 2012 con 208 votos afirmativos, muchos de los cuales fueron aportados por legisladores supuestamente integrantes de la oposición. Además hubo cinco abstenciones y once ausentes. Apenas 32 votaron en contra. Resulta muy saludable repasar el listado de la votación.
Buena parte de los diputados de la supuesta oposición inicialmente no querían votar a favor del proyecto de expropiación, pues no hacía falta ser abogado para comprender que el zafarrancho diseñado por el kirchnerismo iba a generar en el futuro muchos más problemas que beneficios.
Sin embargo, fueron presionados con una intensidad tan brutal que la mayor parte –algunos provenientes de la dirigencia agropecuaria– terminó por poner sus convicciones en el placar para alinear su voto con el del partido.
Pero hubo una excepción: el ganadero correntino y dirigente gremial de la zona de Curuzú Cuatiá, Lucio Aspiazu, quien logró imponer su voluntad a pesar de las exigencias provenientes del bloque de la Unión Cívica Radical.
Poco antes de que finalizara su mandato lo entrevisté porque quería reflejar el testimonio –aún fresco– de un productor agropecuario que había ingresado al ámbito político con el propósito de prestar un servicio público sin afán de perpetuarse en las estructuras del Estado. Su sinceridad, francamente, me sorprendió.
“Vi a legisladores que quedaron muy mal al momento de votar el proyecto de YPF; diputados que hablaron en contra del proyecto y luego votaron a favor (por mandato del partido). Eso me impactó. Nosotros venimos de un sector en el cual la palabra vale mucho. Creo que el disenso es necesario para el desarrollo. Pero acá eso no se entiende así”, me dijo entonces Aspiazu.
“Lamentablemente esto es un microcosmos alejado de la realidad: sólo faltan camas y duchas. Tenemos bancos, médico, comedor: nos enteremos que llueve por la televisión. Es muy fácil olvidarse aquí del mundo exterior”, añadió.
Si bien estaba algo cansado por haber trabajado tanto para lograr tan poco –por entonces el Congreso era una suerte de “escribanía” del Poder Ejecutivo–, se lo veía satisfecho por haberse animado a dedicar algunos años de su vida a la cuestión pública y contento porque por fin regresaría a su provincia natal.
“Los que tenemos una visión productivista, orientada a la generación de riqueza, no solemos ver eso en el ámbito legislativo. Muchos están enfocados más en escalar posiciones que en favorecer a la sociedad. Los países vecinos crecieron muchísimo en los últimos años gracias a la visión estratégica de sus dirigentes; pero no es el caso lo que sucede aquí”, aseguró el correntino.
“Soy un extrapartidario que ingresó al Congreso por la lista del partido radical. Siempre he tratado de acompañar al partido, pero sin abandonar mis convicciones. El caso emblemático en ese sentido es el del proyecto de expropiación de YPF, que yo voté en contra, no porque esté en contra de la estatización, sino por no aprobar la manera en que se planteó la misma. Eso fue una confiscación. Plantee en su momento que si las cosas se hacían mal, íbamos a quedar endeudados además de tener problemas para conseguir inversores; me costó mucho eso en el partido y estuve muy complicado. Pero no voy a abandonar mis convicciones porque tengo que regresar a mi lugar de origen y quiero caminar tranquilo”, resumió.
El juicio que se lleva adelante en Manhattan contra la Argentina es quizás el perjuicio más visible que tal decisión política provocó, pero ciertamente no es el único, dado que hubo muchos daños colaterales poco conocidos pero igualmente nocivos.
En el ámbito agroindustrial, por ejemplo, la confiscación instrumentada contra Repsol provocó como represalia el cierre del mercado europeo para el biodiésel argentino, algo que pudo ser parcialmente revertido luego de varios años de negociaciones.
En cualquier caso, siempre es bueno recordar que las políticas inadecuadas y sus costos catastróficos siempre –siempre– tienen nombre y apellido, los cuales –tal como entendió Lucio Aspiazu– son más importantes que el apetito bulímico de cualquier escuadrón de la corporación política.
Les dejo un resumen q hice hace más de un año sobre la nefasta historia del oportunismo populista, la mala praxis y la corrupción en relación a YPF https://t.co/TnbIqnBm4Y
— Javier Iguacel (@JavierJiguacel) September 8, 2023
La entrada Si los argentinos entienden la lección del caso YPF, aunque sea la más cara de la historia, entonces quizás puedan liberarse de la corporación política se publicó primero en Bichos de Campo.