Fernando Vilella debutó con una encendida defensa de la bioeconomía y la “vaca viva”, pero un par de diputados lo desarmaron al toque: “Está excelente la teoría, pero en la práctica están haciendo todo al revés”

Hay que aclarar que Fernando Vilella, el secretario de Agricultura del gobierno de Javier Milei,  no entró a hablar en el mejor momento. Él mismo llevaba esperando su turno desde las 16 horas, pero los diputados estaban desde bastante tiempo antes discutiendo sobre la Ley Ómnibus que envió el Ejecutivo al Congreso y aguantando chicanas de uno y otro lado. Cuando le llegó el turno eran las 23,40.

Cuando finalmente le tocó el turno de exponer ante el plenario de comisiones de la Cámara de Diputados, que habían pasado horas discutiendo sobre energía y petróleo, y en el que finalmente fue su debut público como secretario de Agricultura, el ex decano de la FAUBA comenzó a repetir su clásico espiche sobre la bioeconomía y la necesidad de que el agro argentino agregue valor y saque provecho de sus ventajas naturales: producir alimentos con la menor huella de carbono en todo el mundo.

“Ustedes estuvieron hablando hasta ahora de Vaca Muerta. Yo le que estoy proponiendo la Vaca viva”, repitió Vilella su clásico latiguillo frente a un grupo de diputados que se mantenían firman en la discusión, cuando muchos ya se había ido a cenar o dormir, aburridos del intercambio. Luego lo mismo de siempre: que hay que agregar valor a los productos del campo en origen, no exportar maíz sin procesar sino como carne o bioetanol, que hay que multiplicar por dos le valor de las exportaciones. Y etcétera. Todo lo que viene diciendo el respetado académico mucho antes incluso de ser un funcionario mileísta.

Debería haber pensado el gobierno antes de haberlo expuesto así a Vilella. O por lo menos, debería haberle advertido que podía hacer el ridículo. Es que la contradicción entre ese discurso -que tiene mucho consenso en el sector agropecuario- y el proyecto de ley que Milei envió al Congreso es más que evidente. Y bastaron las intervenciones de un par de diputados vinculados al sector para exponer ese profundo desajuste, que de tan grande ya suena a hipocresía.

Todos los diputados, eso sí, hicieron lo posible para separar a Vilella de este desaguisado, porque saben que ni el propio secretario de Agricultura sabía de muchas reformas que propuso el gobierno en materia agropecuaria y que mucho menos Vilella comulga con la suba de retenciones que se propone a partir del artículo 200 del proyecto, una suba generalizada de retenciones a la exportación al 15% (y de los derivados de la soja al 33%), que solo excluye a la lechería y a una porción de economías regionales.

Pese a ese gesto de caballerosidad, era imposible no ser cruel con esta visible contrariedad. Y fue un productor cordobés, el ex presidente de la Rural de Jesús María, Luis Picat, quien le recordó que esa suba proyectada de retenciones “termina desincentivando todo esto que pregonó respecto al agregado de valor”.

“Está muy bien el diagnóstico, está excelente la teoría, pero la verdad que en la práctica están haciendo todo al revés”, indicó el cordobés de Juntos por el Cambio.

Picat puso como ejemplo del daño anti-exportador que provocará esta suba generalizada del impuesto a la exportación, que Milei había prometido eliminar, a la alfalfa de Calchín, un pueblo de 7.000 habitantes de su provincia que comenzó a exportar fardos de ese cultivo. Dijo que por recaudar solo 1,5 millones de dólares adicionales, el gobierno está poniendo en peligro un negocio que deja al país 75 millones de dólares anuales.

Lo mismo hizo Atilio Benedetti, el diputado radical de Entre Ríos, quien se apareció con una simpática cereza. Aunque esa fruta quedaría fuera de la suba de retenciones como el resto de las frutas, el legislador se preguntó cuál era el criterio de los funcionarios del gobierno para ponerle el 15% a unos productos y a otros no.

“Con une brecha cambiaria de 40%, donde los insumos se pagan a dólar más 17,5%, donde se está planteando un aumento de la detracciones del precio a los productos agropecuarios, ¿usted realmente cree que cabe alguna alicuota más para lograr ese objetivo de lograr las exportaciones’”, le preguntó Benedetti, que también es productor agropecuario.

Por supuesto, los opositores al gobierno aprovecharon la volteada para pegarle al proyecto de ley enviado por Milei. Germán Martínez, de Unión por la Patria de Santa Fe, le dijo a Vilella: “Muchos sentimos cierta empatía con su mensaje, con el agregado de valor y con duplicar el valor de la tonelada exportada, que podamos generar empleo… Pero después vemos que va por un lado la orientación que usted le da y por otro lo que está dentro de la ley”, le reprochó.

Y lo mató, con cortesía: “Algo no cuadra, claramente el texto se hizo en algún otro lugar del ministerio y no donde usted está”, le dijo al secretario de Agricultura.

El ex gobernador santacruceño Sergio Acevedo aprovechó y le preguntó por más contradicciones: qué iba a suceder con la Ley Federal de Pesca y la Barrera Sanitaria de la Patagonia. Victoria Tolosa Paz lo inquirió sobre la desregulación en el sector azucarero y especialmente por los pequeños productores que se sienten defendidos por el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM). El mendocino Facundo Correa Llanos lo interrogó sobre las retenciones del 8% que se planean imponer al vino, un producto con alto valor agregado.

Y así todos: la política suele ser cruel con quienes exponen en público sus contradicciones. Por eso la mayoría de los políticos elige mentir. O dice la verdad y se pelea con todos. Fernando Vilella quedó a mitad de camino: omitió reconocer que ni él mismo está de acuerdo con la mayoría de las medidas que impulsa el gobierno.

Es una pena: Va camino a convertirse así en el enésimo secretario de Agricultura que calla lo que piensa.

De hecho, al momento de contestar las preguntas, se disciplinó por completo con las autoridades de Economía. Recordó que la mayoría de economías regionales ya pagaba retenciones antes de septiembre del año pasado (cuando Massa las eliminó en campaña electoral), que antes había brechas cambiarias de hasta 300% y no el 35/40% actual, que la devaluación benefició la rentabilidad de muchos sectores.

Luego de describir la situación macroeconómica, y recordar que muchos chicos no cenaron esta noche como deberían haberlo hecho, Vilella se envalentonó: “Esta es la situación , frente a la cual había que encontrar instrumentos para equilibrar la economía, uno de esos instrumentos eran las retenciones, que hacen que los consumidores tengan un precio menor a la hora de pagar”, argumentó.

Nada que no hubiéramos escuchado antes.

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